Hace veinte años, el fuego arrasó con violencia los montes de La Riba de Saelices, llevándose con él, la vida de mi hermano Luis y la de sus compañeros. Once vidas llenas de juventud, ilusión y fuerza, con todo el futuro por delante. Hoy, como cada año desde hace veinte, os recordamos. No como víctimas, sino como héroes y como lo que erais antes de morir, personas que amaban su tierra hasta el punto de arriesgar su vida cada día para protegerla.
Once jóvenes, valientes, decididos, generosos y llenos de vida. Salieron aquel día con la convicción de estar cumpliendo con su obligación, la de frenar el avance de las llamas pensando que, como en otras tantas ocasiones volverían a sus casas agotados, pero sanos y salvos. Nunca imaginaron ellos y nunca imaginamos nosotros que no volverían. Aquel incendio arrasó un bello paraje, pero también rompió familias, congeló el tiempo, y dejó en cada uno de nosotros una herida imposible de cerrar, que todos los años supura cuando llegan estas fechas.
Hoy, como cada día después de veinte años recuerdo a Luis y a sus compañeros. Todos ellos dieron su vida por una tierra que todavía, veinte años después de su sacrificio, les recuerda. Gente noble, castellanos recios que no tuvieron miedo a enfrentarse con el fuego sin medios, ignorando que estaban solos, que los que tenían que tomar las decisiones ya los habían abandonado a su suerte muchas horas antes.
Ya no guardo ningún rencor contra los que debieron actuar y no lo hicieron; ni contra los que faltaron a su deber y a sus responsabilidades; ni contra los que, siendo siervos del poder, faltaron a la verdad; ni contra los que pudiendo hacer justicia no tuvieron el coraje de hacerlo, quedando para siempre encadenados a sus decisiones. Tampoco a los muchos que nos volvieron la espalda, a los que no quisieron alzar la voz y guardaron silencio cómplice, a cada uno de ellos les deseo que se perdonen, porque vivirán siempre con el peso de once vidas perdidas.
Han sido muchos años de lucha, para que se supiera la verdad, para que se hiciera justicia, y que se aprendiera la lección para que algo así no volviera a suceder. Pero, lamentablemente, hoy la realidad en España es muy parecida a la de hace veinte años. Los que deberían ser responsables, eluden sus responsabilidades y muchos de los que deberían velar por la justicia no están a la altura. Y cuando las consecuencias de esta falta de deber público, de falta de diligencia, es la perdida de la vida de las personas, no puede, no debe, quedar impune…

Con algunos me sigo cruzando en mi camino. Ellos saben lo que pienso cuando los veo. Su mirada de desprecio y su altanería sólo oculta miedo. El miedo a enfrentarse cara a cara con su conciencia y su cobardía. Hace mucho tiempo que dejaron de importarme, en realidad nunca me importaron, porque lo único que de verdad importa es lo que uno deja en la vida: unos siembran miseria, dolor y cobardía; otros, como vosotros, nos dejáis un legado de amor, coraje y dignidad.
Me quedo con los buenos recuerdos y con aquellas personas quienes, a pesar del dolor, siguen adelante con alegría, con fe y con esperanza. Con quienes luchan por la verdad desde el amor y sin odio. Estoy segura de que tú, Luis, habrías hecho lo mismo.
Mi cariño y mi recuerdo a todas las familias que aquel día perdimos a uno de los nuestros. La vida continúa, y aunque el dolor no desaparece, hemos aprendido a vivir con él. Seguimos aquí, con la tranquilidad de haber hecho lo que debíamos, de haber defendido vuestra memoria como merecéis. Nadie logró silenciarnos. Nadie consiguió doblegarnos.
Me queda la paz de haber sido honesta con vosotros, nuestros once héroes: Mercedes, José, Alberto, Pedro, Sergio, Jesús Ángel, Manuel, Marcos, Jorge, Julio y Luis.
Seguimos recordándoos con orgullo y con la certeza de que vuestra memoria será más fuerte que el olvido.
No os olvidamos. Siempre nos faltarán once.
Belén Solano Montesinos. Guadalajara
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