Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Damos gracias al Señor por la vida y la misión del Papa Francisco. Su testimonio ha sido elocuente. Su ejemplo nos ha comprometido y responsabilizado. Su actividad ha sido extenuante. No se ha reservado nada para sí. Su salud se ha ido resintiendo como consecuencia de su incesante labor. Ha puesto al servicio de la Iglesia su talento, sus virtudes, su energía, todo su tiempo. Ha trabajado con insistencia por la fraternidad y la amistad social.
Desde el inicio de su pontificado, nos ha propuesto la alegría del evangelio. Un evangelio sin glosa. Un gozoso anuncio que nuestro mundo herido necesita y espera.
La familia, los jóvenes, la Amazonía y la sinodalidad han sido rasgos característicos de su inquietud. La luz de la fe, la misericordia, la esperanza, la escucha, el diálogo y el discernimiento han aparecido como temas recurrentes en su enseñanza. Ha insistido en la cultura del encuentro frente a la cultura del descarte. Ha subrayado con gestos, palabras e iniciativas su proximidad a los pobres. Ha propuesto con ilusión una Iglesia pobre para los pobres.
El trabajo ecuménico y el diálogo interreligioso han estado en el centro de su preocupación pastoral. Su interés por la paz ha sido constante. Nos ha recordado con frecuencia la necesidad del cuidado de la casa común. Nos ha invitado con insistencia a construir puentes y no muros.
En sus viajes apostólicos, tanto dentro como fuera de Italia, ha recorrido miles de kilómetros y ha preferido desplazarse hacia lugares especialmente significativos, aunque la presencia de católicos fuese minoritaria. Ha vivido en primera persona la dimensión de Iglesia misionera, en salida. Ha sido un discípulo misionero, un evangelizador con Espíritu.
Su abundante magisterio ha quedado reflejado en encíclicas, exhortaciones apostólicas, constituciones apostólicas, bulas, cartas apostólicas, mensajes, homilías, discursos, decretos, estatutos, leyes, oraciones, meditaciones diarias, etc. Ha estado permanentemente bien informado sobre todas las cuestiones relativas a la Iglesia que peregrina en España.
Devoto de la Virgen María, su deseo de ser sepultado en la basílica de Santa María la Mayor ha sido su última lección y su propuesta de filial amor.
Le hemos escuchado decir: “No os olvidéis de rezar por mí”. Así lo hacemos.
El agradecimiento al Señor por el fecundo pontificado que ha regalado a su Iglesia en la persona del Papa Francisco despierta nuestra alabanza y nos anima, una vez más, en la misión de ser testigos de la esperanza y a comunicar con nuestra vida la misericordia que sólo Jesucristo nos puede regalar.
También oramos por el nuevo Papa. Lo acogemos como sucesor de Pedro.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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