Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
Durante los meses de verano aumentan los desplazamientos y el tráfico rodado se intensifica. A las personas que habitualmente desarrollan sus actividades laborales a través de las rutas asfaltadas, se une el creciente número de quienes viajan en vehículos motorizados.
La “Jornada de Responsabilidad en el Tráfico” nos orienta y estimula anualmente para sentirnos corresponsables en la carretera. En la edición de este año, el lema es: “El Señor te bendiga y te proteja (Num 6,24) y colme tu esperanza”. En esta frase se ensamblan dos dimensiones. La primera (“El Señor te bendiga y te proteja”) es una parte de la fórmula de bendición que se usa en la liturgia de Año Nuevo. La segunda expresa el deseo de que la esperanza sea colmada, en sintonía con la dinámica del Año jubilar que estamos viviendo.
Cuando iniciamos un viaje y nos ponemos en manos del Señor, imploramos su bendición y nos encomendamos a su protección. La mirada lanzada hacia el cielo en forma de plegaria expresa nuestro deseo de viajar en buena compañía y de contar con la ayuda que viene de lo alto.
Conductores, transportistas y peatones formamos un tejido compacto y, cuando nos ponemos en ruta, aspiramos a que nuestros proyectos, planes e iniciativas alcancen su meta programada. La esperanza desea ser colmada porque no consiste en una simple aspiración humana, sino en una virtud teologal, un regalo de la gracia, un don que recibimos. Este año nos reconocemos especialmente como “Peregrinos de esperanza”.
Los accidentes de tráfico dejan secuelas físicas, psicológicas, laborales y sociales. Es imprescindible poner en práctica la paciencia, la prudencia y el respeto. Las prisas, la conducción irreflexiva, la falta de atención, la ausencia de respeto hacia los demás usuarios de las carreteras, el descuido de las normas de tráfico y el olvido de las indicaciones y señalizaciones impiden un saludable desarrollo de los viajes.
El agotamiento físico, la atención dispersa, el calor sofocante, las imprevistas tormentas, el inesperado cruce de animales y otros muchos factores no programados pueden alterar la conducción y estropear el itinerario.
Agradecemos el trabajo y la dedicación de los agentes de tráfico, profesionales de camiones, furgonetas, taxis, ambulancias, servicios de extinción de incendios, personal sanitario y trabajadores de las áreas de servicio. Y expresamos nuestro respeto a todos los conductores, moteros y motoristas, ciclistas y peatones.
La esperanza alcanza en la Virgen María su expresión más elevada. Invocamos a la Madre de Dios en nuestros desplazamientos y también nos encomendamos a la intercesión de san Cristóbal.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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