Un joven de 19 años permanecía tirado en el suelo, sin poder incorporarse, con síntomas claros de hipoxia y desconexión neurológica, mientras varios globos vacíos de óxido nitroso rodeaban la escena. La Policía Local de Alovera pasó por allí, y aunque se detuvo momentáneamente a preguntar, no activó ningún protocolo de asistencia sanitaria. No llamaron a emergencias. No iniciaron ningún tipo de maniobra de primeros auxilios. Simplemente continuaron su marcha, dejando al joven en el suelo sin atención.
Pasaron varios minutos en los que nadie hizo nada. Ni los agentes, ni los propios amigos del joven, que huyeron del lugar salvo uno. Ante el riesgo evidente de que su estado empeorase, el vecino Rubén Hurtado decidió intervenir. Bajó, lo colocó en el suelo con las piernas elevadas y comenzó a estabilizarlo, controlando su respiración, su conciencia y su pulso.
Poco después, regresaron los policías. Esta vez, con una actitud aún más preocupante: restaron importancia a la situación, afirmando que «eso lo veían todos los días«, que «seguro era una simple borrachera«, y tardaron en asumir la necesidad de pedir una ambulancia. No fue una decisión rápida ni automática. De hecho, la ambulancia tardó casi una hora en llegar, una eternidad cuando se trata de una posible hipoxia cerebral.
Cuando finalmente llegó, se trataba de una ambulancia de Soporte Vital Básico, sin médico ni enfermero, únicamente con un técnico en emergencias sanitarias (TES). Tras valorar brevemente al joven, no realizó ninguna intervención relevante, más allá de comprobar que las pupilas no dilataban y que la oxigenación en sangre ya estaba en el 99%, gracias a lo que el propio Rubén Hurtado había hecho momentos antes. El joven perdió el conocimiento en varias ocasiones.
Lo esencial ya se había hecho, y no por profesionales, sino por un vecino que actuó ante la pasividad general y la ausencia de respuesta inmediata de quienes sí tenían la obligación legal y moral de intervenir.
Horas después, Rubén recibió este mensaje de la madre del joven, R. A.:
«Buenos días!!! Soy la madre del chico que atendió anoche. Quiero darle las GRACIAS por sus cuidados y atenciones. Me parece lamentable la omisión de socorro por parte de los servicios de emergencia y la policía local. He hablado con mi hijo esta mañana y se tuvo que venir a casa solo y andando, porque nadie se hizo cargo de acercarlo en las condiciones en las que estaba. A mí tampoco nadie me avisó, y aunque sea mayor de edad, creo que ante esos casos deberían haberme informado. Le estaré eternamente agradecida por sus cuidados. ¡GRACIAS!»
Este testimonio lo dice todo. Ni transporte asistido, ni comunicación con la familia, ni seguimiento posterior. Un joven en estado crítico, abandonado a su suerte, sin que nadie —más allá de un vecino— asumiera su responsabilidad.
Tras lo ocurrido, algunos comentarios en redes sociales intentaron justificar lo sucedido con tecnicismos: «No todas las ambulancias llevan médico»; «Alovera no tiene base sanitaria»; «Los TES están bien formados y no son solo conductores». Todo eso podrá ser cierto en papel. Pero lo cierto en la calle es que un joven estuvo cerca de una hora tendido en el suelo sin asistencia profesional y sin una reacción institucional adecuada. Y eso no se puede justificar con excusas ni con reglamentos.
Este caso no es un ataque al personal sanitario ni a los técnicos en emergencias, sino una denuncia clara de un fallo estructural en la gestión de una emergencia real. El óxido nitroso se ha convertido en una droga recreativa habitual entre adolescentes. Su consumo es legal en algunos contextos, pero su uso irresponsable ya está provocando desmayos, convulsiones, hipoxia y daños neurológicos. Y mientras los jóvenes caen al suelo, las instituciones miran hacia otro lado.
¿Qué habría pasado si el vecino Rubén Hurtado no hubiera bajado a ayudar? ¿Qué habría pasado si en lugar de una hipoxia reversible hubiera sido una parada cardiorrespiratoria? ¿Qué habría pasado si nadie más se hubiese molestado en insistir en que no era «una simple borrachera»?
Las preguntas son muchas, pero la respuesta de fondo es una: la vida de un joven quedó desatendida durante casi una hora por pura desidia institucional. Y eso, por mucho que se intente justificar, no tiene perdón.
Rubén Hurtado. Alovera (Guadalajara)
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