Ciertos estamentos atribuyen la ola de incendios al cambio climático. Nada más lejos de la realidad: en un año con un régimen de lluvias normal era de esperar la abundancia de pasto. ¿Ha cambiado el clima? No. Lo que ocurre es que no existe ganado en los campos ni agricultores. El campo no arde porque las temperaturas sean más altas o llueva menos, lo hace porque durante años se ha producido una manipulación legislativa encaminada a la desaparición de la ganadería e impedir que la agricultura sirva como freno al fuego.
Un lugar donde pasta ganado no arde: no hay hierba seca que propague el fuego. Una tierra arada tampoco arde.
Las aparentes consecuencias de un cambio climático lo son, en realidad, de las reformas en las políticas agrarias y ambientales. Hay más incendios: cambio climático. Hay más inundaciones: cambio climático. La causa real es otra: campos sucios propician fuegos, cauces sucios provocan inundaciones.
Con la coartada de esas catástrofes provocadas por “el clima cambiado”, la normativa se vuelve más y más restrictiva, aumentando la materia combustible en los campos y colmatando los cauces. Más fuegos e inundaciones: un círculo vicioso.
Justifican las prohibiciones en los efectos causados por las anteriores prohibiciones. Apoyan la teoría del cambio en los datos de temperaturas de los últimos 150 años. Solo tienen esos registros, y de muy pocos lugares, cuando la vida en la Tierra apareció hace más de 2.000 millones de años. Es decir, quieren hacernos creer que existe una tendencia basada en la nada, que es lo que representa 150/2.000.000.000.
La Unión de Castilla-La Mancha pide una liberalización en la política agraria y ambiental. Antes, no hace tantos años, no había incendios tan numerosos ni tan grandes. Toda norma que ahoga la libertad de acción del sector agropecuario causa daños ambientales: provoca lo que dice querer evitar.
Desde un despacho no se puede regular un mundo tan complejo, variado y fluido como es el campo.
Unión de Agricultores y Ganaderos de Castilla La Mancha
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