Treinta años después de la riada que cambió para siempre la historia de Yebra y Almoguera, ambos municipios se han unido para mirar al pasado con respeto, dolor… y determinación, a través de una exposición fotográfica titulada ‘30 años de la riada’, que ha sido presentada hoy, 5 de agosto, en rueda de prensa.
Se trata de un proyecto conmemorativo que reúne una selección de más de 200 fotografías y dos documentales, con testimonios reales de quienes vivieron aquella trágica tarde del 9 de agosto de 1995, que se llevó por delante la vida de 10 personas, según han informado fuentes municipales de estos dos municipios en un comunicado.

Entre los fallecidos, de edades comprendidas entre los 29 y 88 años de edad, se encontraba el entonces director de la central nuclear de Zorita, Juan Vicente Llinares, de 47 años, quien en el momento de la riada circulaba en su vehículo por la zona afectada junto a su esposa y la fuerza del agua los arrastró; o un camionero de Murcia que murió a consecuencia del accidente de tráfico que sufrió por el intenso aguacero.
Inicialmente, la exposición se va a estrenar el día 9 de agosto en Almoguera, y el 29 de agosto, en Yebra.
Una tromba de agua de 100 litros por m2 en menos de una hora
Una violenta tormenta de verano, con cerca de 100 litros por metro cuadrado en menos de una hora, desencadenó una riada devastadora, que en Yebra arrasó viviendas, infraestructuras y, lo más doloroso, se cobró la vida de diez personas.

En Almoguera, aunque no hubo víctimas mortales, la destrucción también fue enorme, un ‘milagro’ que fue posible, en parte, gracias a la experiencia que los vecinos habían vivido ocho años antes con otra riada, concretamente el 25 de julio de 1987, y cuya experiencia hizo a muchos de ellos construir una planta más de altura en sus viviendas, precaución que a buen seguro salvó vidas en 1995.
La muestra, una iniciativa conjunta de los ayuntamientos de Yebra y Almoguera, se compone de paneles cronológicos que narran, a través de impactantes imágenes, el avance del agua, sus efectos devastadores sobre viviendas, calles y personas, y el lento proceso de reconstrucción posterior.
Las fotografías fueron tomadas por el fotoperiodista Javier Castañón apenas dos días después de la tragedia y constituyen un testimonio gráfico único, según estas fuentes.

La exposición se enriquece, además, con material audiovisual procedente del archivo de la Diputación de Guadalajara y del Centro de la Fotografía y la Imagen Histórica de Guadalajara (CEFIHGU), que han cedido valiosas imágenes de vídeo utilizadas en los documentales.
Completan el recorrido dos piezas audiovisuales con los testimonios directos de vecinos de ambos municipios, con palabras que todavía duelen y conmueven, pero también enseñan, convertidas en memoria viva y colectiva.
El estilo respetuoso y riguroso con el que se ha realizado el vídeo documental responde a la necesidad de documentar, tres décadas después, testimonial e históricamente lo que ocurrió.
Durante la presentación, los alcaldes de ambas localidades han compartido la misma mirada constructiva sobre la tragedia, la de la memoria como herramienta para proteger el futuro.
Juan Pedro Sánchez, alcalde de Yebra, ha recordado que “diez personas perdieron la vida y el pueblo entero quedó marcado para siempre.

Por su parte, Antonio Barona, alcalde de Almoguera, ha destacado que “el agua arrasó calles, casas y recuerdos, pero no se llevó ninguna vida, y eso fue posible gracias a lo aprendido en la riada del 87″.
Ambos regidores coincidieron también en agradecer el trabajo de las dos corporaciones municipales que afrontaron con entereza las consecuencias de aquel desastre, así como el apoyo y ayuda de la Diputación de Guadalajara, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Gobierno de España, que colaboraron desde el primer momento para reparar los daños y reconstruir lo perdido.
También tuvieron palabras de agradecimiento para el Ejército, Cruz Roja, Protección Civil, Guardia Civil y equipos de emergencia desplegaron un esfuerzo inmediato y generoso que restauró los servicios esenciales en apenas tres días.

Gracias a esa intervención, a la entereza de los dos pueblos, a la de muchos otras donaciones generosas y anónimas, y a las posteriores obras de encauzamiento, reforestación y construcción de presas, el riesgo futuro ha disminuido, aunque la naturaleza siempre puede sorprender, han añadido estas fuentes.
Los pájaros se estrellaban solos contra las paredes sin motivo aparente antes del desastre
La exposición ofrece además una dimensión profundamente humana, la de quienes lo vivieron. Personas que, décadas después, aún sienten cómo retumba en sus cuerpos y mentes aquella noche en que el cielo se cerró de golpe y el agua lo arrastró todo.
Como Sonia Torre, que entonces tenía 18 años, y ha recordado como, de repente, se hizo de noche, pasadas por poco las nueve. “Estábamos en el bar de Yebra. Un niño entró con pájaros muertos entre sus manos. Se estrellaban contra las paredes, sin motivo aparente. El agua empezó a salir por los sanitarios sin que aún lloviera de manera brutal. Nos subimos a la barra, luego al tejado, haciendo un agujero en el techo. Nos pasaban abrigos con una soga desde la plaza de toros. Cuando bajó el nivel, oíamos gritos, gente buscando a sus familiares… Aquello no se olvida. Diez personas en un pueblo tan pequeño… O eran familia o eran amigos”.

Sergio Villalba tenía 11 años. Lo vivió, en Almoguera, con el miedo de no saber si volvería a ver a su padre. “Estaba trabajando junto al río, en una presa, en el trasvase. No supimos nada de él hasta el día siguiente. Esa noche no dormí. Pensamos que el agua nos arrastraría cuando entró en la primera planta de mi casa. Vi coches flotando, bloques de asfalto. Recuerdo estar en la cama con mi madre, esperando. Cuando apareció mi padre, lloramos y dormimos abrazados toda la mañana. Hoy, cada vez que llueve fuerte, recojo a mis hijos y me voy a casa. Nadie lo entiende… salvo quien lo ha vivido”, ha dicho.
«’30 años de la riada’ es, en definitiva, un acto de memoria, pero también un ejercicio de responsabilidad colectiva. Una invitación a mirar atrás, no con nostalgia, sino con conciencia. Para no repetir errores. Para proteger lo que importa. Para honrar a quienes ya no están. Y para seguir adelante, juntos, teniendo en cuenta que el cambio climático no avisa, y que, frente a él, sólo cabe prevención y conciencia colectiva. Por eso, ambos ayuntamientos tienen la vocación de compartir este material (exposición y documentales) de manera itinerante, con otras localidades dispuestas a escuchar la voz de la naturaleza», han finalizado estas fuentes.
Horrible!
Muy triste y lamentable!
Me acuerdo perfectamente.
Gracias, Roberto.