Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
San Juan Pablo II afirmó el 30 de abril de 2000, al canonizar a santa Faustina Kowalska: «es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de «domingo de la Misericordia divina»».
Santa Faustina, escondida en su convento de Lagiewniki, en Cracovia, hizo de su existencia un canto a la misericordia. Un texto clave del Antiguo Testamento proclama: “Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y en lealtad” (Ex 34,6). El Salmo 136 (135) repite 26 veces: «porque es eterna su misericordia».
San Juan Pablo II encontró sintetizado y nuevamente interpretado para nuestro tiempo todo el misterio de la redención en la palabra “misericordia”. Benedicto XVI escribió sobre san Juan Pablo II: «Vivió bajo dos regímenes dictatoriales y, en contacto con la pobreza, la necesidad y la violencia, experimentó profundamente el poder de las tinieblas, que amenaza al mundo también en nuestro tiempo. Pero también experimentó, con la misma intensidad, la presencia de Dios que se opone a todas estas fuerzas con su poder totalmente diverso y divino: con el poder de la misericordia» (Homilía, 15 abril 2007).
La misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico. El amor de misericordia ilumina el rostro de la Iglesia y se manifiesta en su vida y en su misión.
El Papa Francisco escribió en la bula Misericordiae vultus: «La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia «vive un deseo inagotable de brindar misericordia»» (MV 10).
En aquella bula, el Papa Francisco recordó a santa Faustina Kowalska con estas palabras: «Ella que fue llamada a entrar en las profundidades de la divina misericordia, interceda por nosotros y nos obtenga vivir y caminar siempre en el perdón de Dios y en la inquebrantable confianza en su amor» (MV 24).
El Papa también invocó a la Virgen María, Madre de la misericordia: «Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre por el amor del Padre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús » (MV 24).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición
Julián Ruiz Martorell, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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