Vaya por delante que creo firmemente en el valor de la demoscopia como herramienta útil en el trabajo sociológico para tomar el pulso de la opinión pública en un momento determinado y en consecuencia prospectar tendencias para programar y diseñar políticas públicas. Pero últimamente, en esta vorágine de la política y de rachas electorales que se nos vienen encima, esta herramienta está llenando nuestro espacio y tiempo de sondeos tóxicos manipulados para crear un “momento” lineal y continuo en el que los extremos ideológicos despuntan, para de esa forma construir después falsas remontadas creadas a partir del voto útil.
Son encuestas propagandísticas realizadas con técnicas sesgadas que pueden acercarnos interesadamente o alejarnos de la realidad, y con resultados cocinados al gusto de quien las paga. Para muchos partidos son sus grandes oráculos divinos y también han pasado a ser el instrumento para influir en el voto como una forma de manipulación de lo más burda. Hasta las más serías, las del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), son usadas discriminadamente para este fin, y desde hace un tiempo son el cachondeo y el hazme reír en España.
Lo verdaderamente curioso es que a día de hoy, estos sondeos electorales tóxicos, siguen influyendo en el voto; y lo hacen condicionando ese voto de los electores, favoreciendo la participación en los comicios o provocando el auge de la abstención; modificando la opinión pública y cambiando las reglas de juego del sistema político español. Y lo hacen también activando y provocando el Efecto Underdog o de “perro apaleado”, por el cual se le otorga un voto estratégico a favor del partido que va perdiendo en las encuestas con el fin de lograr un efecto opuesto a la tendencia que sigue.
No corren tiempos para los moderados, es tiempo de polarización política. Pero como dice el filósofo Diego S. Garrocho en su ensayo “Moderaditos”: “Hemos de salir de las trincheras ideológicas y ser prudentes y moderados”; porque esos extremos y esas verdades absolutas solo crean fanatismo. Los partidos se han convertido en sectas tribales en las que no se defienden las ideas porque creamos en ellas, sino porque pertenecen a los nuestros y vienen del gran líder o de las élites de los partidos. Ese defensa radical gregaria y esa adhesión acrítica por encima de lo intelectual está siendo letal en la actual política porque aceptar ideas sin pensar, solo por sumisión u obediencia hace perder la esencia de la verdadera política y de la salud democrática, ya que la buena idea -como dice Diego en su libro- no depende de la identidad del grupo, sino de la solidez del argumento.
Estas sociedades, grupos y partidos políticos tan endogámicos son de pensamiento único y no aceptan lo diferente ni la crítica; ven esa crítica como una amenaza, cuando lo deberían ver como algo saludable, como una fortaleza. Ese aislamiento, ese cerrazón, ese profundo y enfermizo dogmatismo de los mandamases de los partidos y de quienes quieren que su doctrina o sus aseveraciones sean tenidas por verdades incuestionables crea aislamiento y radicalidad.
Tribuna libre de Antonio de Miguel Antón, miembro de la asociación Democrática Ciudadana, ADC
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