El Heraldo del Henares
El pasado 1 de mayo, la oficina de comunicación de la Guardia Civil de Guadalajara informó de la detención de dos ciudadanos rumanos como supuestos responsables del robo de más de 700 metros de cable de cobre de la línea telefónica a su paso por Torija. Nada nuevo, no solo en esta provincia, sino en toda España: cada año se denuncian cientos de robos de este tipo en todas las comandancias del Instituto Armado repartidas por todo el estado. La escasa vigilancia de los miles de kilómetros de líneas telefónicas o de catenarias de tren por falta de efectivos de la Guardia Civil en los cuarteles rurales debido a los continuos recortes en seguridad provocan que el robo de este metal, de fácil venta en mercados internacionales como el chino, sea coser y cantar.
Además, la escasa respuesta punitiva a este tipo de delitos, robos con fuerza en las cosas, sin daños personales físicos directos a las personas, provoca que en aquellos casos en los que se produce alguna detención, el juzgado de guardia no tiene más remedio que poner en libertad a estos delincuentes, por muy multirreincidentes que sean, como en el caso arriba reseñado, ya que la Fiscalía, dependiente del Gobierno de Sánchez, nunca pide la prisión provisional para los mismos. Una vez en la calle, tras su puesta en libertad, cuando no han pasado ni 24 horas muchos ya han regresado a su país y es imposible juzgarlos, lo que en la práctica supone la impunidad total para este tipo de delitos.
Y esto, que es algo tan obvio y conocido por agentes de la Guardia Civil y juzgados de toda España, parece que es completamente desconocido para los responsables políticos de gestionar la seguridad de los bienes y haciendas, tanto públicos como privados, de los españoles. De ahí que no nos sorprende que tengamos que asistir a la última astracanada de ese ministro tuitero, Óscar Puente, que en vez de dedicarse a resolver los cientos, miles de incidentes que cada año sufren los transportes públicos de este país, que provocan a los usuarios la pérdida de miles de horas de trabajo, ocio, estudios o sueño… se dedica a bloquear e insultar a los administrados que, a pesar de ser los que con sus impuestos le pagan su altísimo y, a los hechos nos remitimos, inmerecido sueldo, osan criticar su mediocre y nefasta gestión.
Dice el ministro tuitero bloqueador, apoyado por el argumentario del PSOE y de Moncloa, que los robos de cable telefónico y de las catenarias no son el botín de bandas organizadas o de delincuentes comunes, la mayoría conocidos por la Guardia Civil, no, sino sabotajes cometidos por activistas de derechas y extrema derecha (según el dictado de consignas diarias remitidas por el PSOE y Moncloa a sus tertulianos y medios afines subvencionados), con el único objetivo de desestabilizar al Gobierno de Pedro Sánchez.
Esta última astracanada de un miembro del Gobierno de Sánchez, decíamos, repetida hasta la extenuación por los propagandistas, que no periodistas, subvencionados con el dinero de los impuestos que pagamos todos, que no atienden ni siquiera a las investigaciones oficiales de la Guardia Civil que desmienten con datos y hechos tan peregrinas teorías conspiratorias de un Ejecutivo cada vez más acorralado por la corrupción política, el caos, el desgobierno y la ignominia.
Y volviendo al inicio de esta columna, en EL HERALDO DEL HENARES reproducimos a continuación el pantallazo de la información, veraz, rigurosa y contrastada con las fuentes oficiales de la Guardia Civil de Guadalajara que ofreció este diario sobre el último robo de cable de cobre cometido por delincuentes habituales en Torija, que fueron detenidos y puestos a disposición judicial por ello, y, debajo, el pantallazo de cómo tendría que haber sido la crónica imaginaria a gusto de los delirios conspiranoicos de Moncloa y Óscar Puente:
Paralelismos literarios no intencionados
‘Charles Roux tenía cuarenta y ocho años y ribetes de locura, aunque estas dos circunstancias no guardaban relación. Nadie habría podido declararle loco, pero la mayoría de los psiquiatras le habrían calificado, como mínimo, de desequilibrado mental. Este diagnóstico se habría fundado en la existencia de un alto grado de megalomanía, aunque este lo tienen también muchas personas que no están en el manicomio, y suele interpretarse amablemente al menos cuando se trata de gente rica y famosa, como un egocentrismo exagerado.
Los mismos psiquiatras habrían advertido también, probablemente, un matiz paranoico, y quizás un facultativo más severo habría llegado a sugerir ciertos rasgos de psicópata en el mercenario francés. Pero, como Roux no había sido nunca reconocido por un psiquiatra experto, y dado que su desequilibro quedaba generalmente bien disimulado bajo la capa de cierta inteligencia y de considerable astucia, no se habían suscitado nunca estas cuestiones.
Los únicos síntomas externos de su constitución estribaban en la facilidad con que se atribuía una posición y una importancia completamente ilusorias, en su empeño de sostener que nunca se había equivocado y que los que mantenían lo contrario mentían descaradamente, así como su capacidad para odiar furiosamente a aquellos que creía se habían portado mal con él…’. (‘Los perros de la guerra‘, de Frederick Forsyth. Circulo de Lectores. 1975. Pág.. 186. Licencia editorial de Plaza y Janés, 1974.
