Nuevo día de caos en las estaciones de la línea de Cercanías de Renfe C-2 y C-8 que une Guadalajara con Alcalá de Henares y Madrid Atocha: miles de pasajeros se han visto atrapados en sus vagones o en las propias estaciones de tren en una mañana de lunes post-puente (no, el bocazas e insultador profesional que atiende al cargo de ministro de Transportes no ha dimitido aún) del 1 de mayo.
Este día ha dejado, una vez más, y ya son cientos en los últimos años, imágenes de estrés, tensión, cabreo generalizado e insultos que los usuarios que han dejado por escrito en las redes sociales tras comprobar que, un día más, su tren no salía, no llegaba o, sencillamente, se paraba en la mitad de la nada entre dos estaciones sin que nadie les diera ninguna explicación, como ya es habitual en Renfe y en el ministerio de Transporte que dirige el deslenguado, pero en estos casos mudo, ministro Óscar Puente.
Pero hoy ha sido una jornada especial. Porque, hasta ahora, los miles de pasajeros que día tras día se veían damnificados por el pésimo servicio de Renfe se limitaban a expresar su indignación en redes sociales. Sin embargo, hoy han dado un paso más. Se han rebelado contra esta forma de gobernar y gestionar tan incompetente. Tras esperar más de una hora encerrados en los vagones de un tren, a las puertas de Atocha, sin ventilación, sin aire acondicionado, con desmayos y vómitos de algunos viajeros, estos han decidido abrir las puertas de emergencia de los vagones y desplazarse andando por las vías hasta Atocha. Era su forma de rebelarse contra tanta incuria y desprecio de los gestores de Renfe y del ministerio de Transportes, el ínclito Puente incluido, hacia los miles de trabajadores y estudiantes que cada día utilizan el transporte público para desplazarse y a los que se trata con un desprecio propio de los señores feudales a los siervos de la gleba.
Porque, mientras unos surcan los cielos en Falcon, incluso para actividades privadas, de partido o lúdicas con un cáterin de cinco jotas, los usuarios del Cercanías son encerrados y secuestrados día sí día también entre las cuatro paredes de chapa de un vagón de tren sin saber ni cuándo ni en qué condiciones van a llegar a su destino. Por no hablar de lo que suponen dichos retrasos: faltas en clase, exámenes perdidos, impuntualidad en los puestos de trabajo… que este anormal y tercermundista funcionamiento de Cercanías les genera.
Óscar Puente y toda la cúpula de Renfe y Cercanías Madrid no deben dimitir. Deben de ser cesados inmediatamente por incapaces e ineficaces con el servicio y por irrespetuosos con los usuarios de dicho servicio.
Esperemos que los sindicatos de clase, tan ágiles a la hora de fotografiarse con el Gobierno al que agradecen servilmente las subvenciones y no con los trabajadores que sufren la incompetencia de sus dirigentes, tomen esta vez partido por el eslabón más débil y también pidan responsabilidades políticas a quienes llevan años demostrando, día a día, que son incapaces de gestionar una red de Cercanías.