Es -o debería ser-, pienso, de primero de dramaturgia. Un precepto básico, o en cualquier caso, un imperativo de ética profesional el no servirse nunca de un texto previo como pretexto para decir cualquier cosa que se le ocurra al dramaturgo-adaptador de turno, por muy legítima que sea la causa en cuyo apoyo se quiere recabar la autoridad moral, la claridad y rectitud de juicio o, simple y llanamente la probada calidad artística de ese texto previo. Y sin embargo está a la orden del día el que versionistas o adaptadores sin escrúpulos, so capa de hacer lo que denominan pomposamente una “lectura contemporánea del texto” entran a saco y sin contemplaciones en nuestro rico acervo teatral del pasado para instrumentalizarlos al servicio de intereses comerciales o ideológicos espurios.
Aquí al menos se ha tenido la decencia de respetar escrupulosamente durante la parte central del espectáculo el texto de Cervantes, aunque bien es verdad que precedido de una suerte de prólogo entre chistosillo, malévolo y procaz y un epílogo infumable; el primero más propio de un “late-show” televisivo o del Club de la Comedia, en el que se desbarra en un tono desenfadado, cursi, las más de las veces chocarrero, sobre el carácter y las inclinaciones sexuales de Marcela buscando descaradamente la complicidad del respetable y haciendo una interpretación sesgada de las palabras con las que Ambrosio, amigo del finado, recibe a la pastora a la llegada de ésta al lugar del entierro; el segundo, una glosa totalmente prescindible, redundante, aventurando incluso -enmendando la plana al mismísimo Cervantes- un final distinto para el capítulo XIV, insinuando que, tras la inhumación del cadáver de Grisóstomo y la advertencia de Don Quijote, los cabreros no se habrían dispersado tranquilamente, como así hacen en el texto cervantino, sino que seguramente, habrían perseguido, acosado y quién sabe si violado a Marcela, para exhibir luego como “trofeo” su conquista en un posterior encuentro con amigotes.
En fin, dos añadidos completamente prescindibles que entorpecen -y están a punto de arruinar, por reiteración y por su sesgo ideológico- una cabal recepción de uno de los textos más hermosos de la literatura española: el emocionado, vibrante y ponderado discurso de Marcela a los presentes en el sepelio de Grisóstomo en descargo de su desvío, y en defensa de su honestidad y del ejercicio de su libertad sin trabas, la parte nuclear del espectáculo que comentamos, y que se relata, efectivamente en el capítulo XIV de la Primera parte de El Quijote.
Cabe decir, en descargo de los responsables del montaje que el trabajo de Celia Freijeido es espléndido. Con la cabellera suelta, envuelta en un sobretodo de pieles de animal del que emergen unas extremidades poderosas, con continente altivo, mirada fiera, agilidad de felino y respiración anhelante deambula por el escenario diciéndonos su verdad -gritándola, a veces- con un convencimiento y con una vehemencia admirables. Aseveraciones rotundas, exclamaciones, interrogaciones retóricas, concatenaciones, oxímoros, … todo el enorme caudal de figuras del lenguaje que Cervantes reúne en este texto prodigioso, toda su claridad de concepto y todo su potencial poético, fluyen a raudales de las entrañas de esta Marcela rediviva, exhibiendo toda su sabiduría mundana, todo su aliento trágico, haciendo aún más evidente si cabe, por contraste, el inocuo, alicorto y menesteroso discurso de los prolegómenos.
Gordon Craig, 22-VI-2025
Ficha técnico artística:
Autor: María Folguera, a partir del capítulo XIV de la Primera Parte del Quijote de Miguel de Cervantes.
Con: Celia Freijeiro
Diseño de espacio escénico: Pablo Chaves.
Diseño de iluminación: Lola Barroso.
Diseño de vestuario, Marta Murillo.
Diseño sonoro: Pablo Martínez.
Dirección: Leticia Dolera.
XXIV edición del Festival Hispanoamericano del Siglo de Oro. “Clásicos en Alcalá”
Alcalá de Henares. Teatro salón Cervantes. 22 de junio de 2025.