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‘El banquete’, de Nancy Huston: «¿Por qué inventamos historias?»

Como si de un banquete nupcial se tratase, la obra se desarrolla con los comensales-espectadores sentados junto a los actores en torno a una amplia mesa en forma de herradura. Hay jarras de vino y copas para las libaciones distribuidas a lo largo de las mesas. Estamos sobre el escenario del teatro, la sala vacía, en penumbra. Las luces se atenúan y Lola Baldrich, a nuestro lado, levanta su copa para invitarnos a un brindis y contextualizar el marco formal del espectáculo que se adecúa a lo expresado por la palabra griega “symposium”, una suerte de competición, al final de la comida, en la que un grupo de amigos, entre copa y copa confraternizaban mientras rivalizaban en sabiduría y elocuencia.

 A imagen y semejanza de aquellas justas o “juegos florales”, el espectáculo se articula como un verdadero festín, como un menú degustación -para usar la terminología culinaria al uso-, no de platos exóticos de paladar, morfología o digestión imposibles sino de palabras, un rápido intercambio de réplicas entre los actores, que desde posiciones cambiantes sobre las mesas, sobre un pequeño estrado central o deambulando entre los espectadores, “revisitan” pasajes y fragmentos de los grandes hitos del teatro clásico de todos los tiempos.

Inspirada en la obra  La especie fabuladora (2008) de la escritora francocanadiense Nancy Huston, la pieza es tributaria también de la adaptación para la escena que hizo en 2015 la directora francesa Catherine Marnas, codirectora con Elena Pimenta de el montaje que nos ocupa.  La tesis de la autora, en origen, es que los seres humanos no pueden vivir sin la ficción; al contrario que el resto de los animales, el ser humano está permanentemente interpretando el mundo, fabulando e inventando todo tipo de historias para escapar de su condición de ser limitado, frágil, contingente. Y donde la tradición mejor ha codificado ese imaginario colectivo es en los grandes relatos novelescos y las obras teatrales más destacadas de nuestro acervo  cultural que son, naturalmente, los textos clásicos. En ese sentido, la obra constituye también y sobre todo una reivindicación del la imaginación en unos tiempos dominados por el pragmatismo y la marginación de la vida del espíritu del misterio y de la fantasía y sus quiméricas criaturas.

La dramaturgia y adaptación al español corre a cargo de Álvaro Tato y, obviamente, pondera más que la versión francesa a autores españoles (Fernando de Rojas, Francisco Delicado, Cervantes, Calderón, Tirso, Lope, Lorca, etc.),  junto a clásicos de todos los tiempos, integrantes indiscutibles del “canon occidental”,  de Sófocles a Ibsen pasando por los inevitables personajes de  Shakespeare Moliere y otros maestros de los siglos XVII y XVIII.

Un proyecto a todas luces sugestivo, apto para el lucimiento de los actores y para un reencuentro gozoso del espectador con momentos estelares del teatro, pero que no llega sino ocasionalmente a ese punto de ebullición, a esa temperatura emocional en la que el espectador disuelve sus “defensas” y se entrega  al placer del texto, a sufrir con las desgarradoras palabras de Edipo lamentándose de su triste destino, a conmoverse con la entrega sin reservas de Julieta, a aterrorizarse ante la maldad de Lady Macbeth, a admirarse de la sabiduría de la vida de Celestina o a compadecerse de la triste condición de un atribulado Segismundo. El montaje consigue recrear un ambiente festivo con frecuentes números cantados, desde La Cucaracha hasta los lúgubres y proféticos ecos del canto de los mozos de El caballero de Olmedo; discurre a buen ritmo y, como digo, tiene altibajos, con momentos de gran altura y otros en los que la energía se debilita y textos gloriosos no provocan el efecto esperado, quizá por lo inusual de la distribución de la escena, o por el propio carácter fragmentario del espectáculo, con escenas a veces muy breves, que descontextualizadas del conjunto  para el que fueron diseñadas vienen a perder parte de la efectividad que tenían en su marco originario. Dentro del trabajo en general meritorio de los actores, Rafa Castejón en sendos monólogos de La vida es sueño, Jesús Castejón como Edipo o Lola Baldrich como Lady Macbeth o La lozana andaluza nos deparan quizá los momentos de mayor intensidad dramática de la noche.

Gordon Craig, 16/VI/2019

Ficha técnico artística

Dramaturgia de Álvaro Tato sobre textos clásicos universales.

Inspirada en la obra  La especie fabuladora, de Nancy Huston.

Con: Lola Baldrich, Jesús Castejón, Rafa Castejón, Aleix Melé, Víctor Sáinz y Manuela Velasco.

Dirección: Catherine Marnas y Elena Pimenta.

Alcalá de Henares. XIX  Festival de las Artes Escénicas “Clásicos en Alcalá”.

Teatro salón Cervantes. 15 de junio de 2019.

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