viernes , 25 abril 2025

‘Orestiada’, de Esquilo: “El ‘caso Orestes’ o el mito de la justicia”

Teatro Urgente, capitaneado por Ernesto Caballero y Karina Garantivá levantan sobre las tablas del Abadía una nueva versión de Orestíada de Esquilo, obra cimera de la tragedia Ática. Y huelga preguntarse el por qué de esta enésima versión del clásico ahora. Y es que, aparte de la poderosa tentación de dirigir la mirada a los orígenes de este arte milenario que es el teatro para buscar en sus creaciones el misterio arcaico del ritual, o la fuerza avasalladora de las grandes pasiones enfrentadas que arrastran al héroe al sacrificio para expiar sus culpas, o para redescubrir la prístina pureza de las formas, aun dejando de lado todo eso, ¿es que acaso no nos despertamos todos los días con cadáveres aún calientes, con cuerpos despedazados y sangre derramada sobre el suelo de Ucrania, de Israel, de Gaza, de Siria, …?

Con la caída y aniquilación de Troya como fondo, desde las primeras escenas de la obra, en el monólogo del Vigilante y en la carta del soldado, los horrores de la guerra se cuelan por todos los poros del texto indicando a las claras cual ha sido el estímulo primero que ha agitado la sensibilidad y la conciencia de los autores del montaje y les ha movido a explorar este texto milenario: la barbarie y la sinrazón de la guerra, pero también la esperanza en que otro mundo, otra sociedad es posible basada en una verdadera justicia.

Teatro: Orestiada

La adaptación de Karina Garantivá constituye un riguroso trabajo de síntesis que da como resultado un texto en el que se conservan los episodios fundamentales de la trama de la obra original, bien que alterando el orden de los sucesos en el desarrollo de la acción y su literalidad. Hay drásticas supresiones de texto, interpolaciones de elementos de cosecha propia (y ajena) y reescritura de múltiples pasajes del original, excepción hecha de la fidelidad a las fuentes en algunos momentos álgidos para el desarrollo de la tensión dramática, como las premoniciones de Casandra al traspasar el umbral del palacio de los atridas, la ejecución de Agamenón, el planto de Electra o el degollamiento de Clitemnestra a manos de Orestes. Asimismo encontramos traslaciones de pasajes en los que se traspone a personajes de nueva creación, como la Periodista y el Juez, el discurso de ciertos personajes del texto primigenio, por ejemplo, las voces del coro de ancianos o las de las Erinias en su pulso con Atenea hacia el final de la obra, en un arriesgado y no sé si satisfactorio intento de incorporar aspectos del debate público actual a un conflicto de naturaleza ancestral.

La importancia, en efecto, la originalidad, del planteamiento de Esquilo radica en su reivindicación de un tribunal civil para enjuiciar los delitos de sangre, es decir será el Areópago, un tribunal compuesto por ciudadanos de Atenas, el encargado de impartir justicia sentando las bases de una dinámica nueva que sustituya aquel encadenamiento inapelable de causas y efectos donde la maldición que engendra la culpa por un crimen/venganza de agravios anteriores tiene su efecto en el hecho de que de ella se deriva una nueva culpa a lo largo de generaciones.

El mito que se plasma en la tragedia dejaba en manos de Atenea -Zeus mediante-, la decisión final de la absolución de Orestes, tras el empate en la votación de los jurados que han oído los argumentos de los litigantes. Con ayuda de Apolo, Atenea termina por aplacar el espíritu vengativo de las Erinias, esas hijas de las sombras que ha llevado la acusación y llegar a un pacto con ellas que a partir de entonces devienen espíritus benefactores de Atenas en calidad de Euménides. El pacto, en esta nueva versión se establece entre dos personajes de nueva creación -y ahí es donde se hallan las mayores divergencias del nuevo montaje con el texto original-, pacto final entre una combativa joven periodista dispuesta a luchar por el triunfo de la verdad y un Juez, en cuya ejecutoria permea la benevolencia de los dioses para resolver aquello que parece insoluble: el crimen de Orestes. La agria diatriba entre ambos ocupa casi toda la tercera parte de la obra y se centra básicamente en dos aspectos de la tragedia: la tradición de la hospitalidad vulnerada por Orestes, pero sobre todo lo que para Apolo constituye la “ley de los padres”, es decir, el papel subsidiario de la madre, y por extensión de la mujer frente al padre, que es el que verdaderamente engendra y es quien tiene el poder. La periodista, distanciándose del pasado, plantea la situación como “el caso Orestes” y acusa al juez de que la justicia, todavía no se comporta de modo racional para terminar con un verdadero cuestionamiento del mito: “La justicia, –le espeta al Juez– es un mito, y como todos los mitos debe revisarse”.

Denso y enjundioso, como vemos, el texto y los conflictos y preguntas que plantea, Ernesto Caballero sortea con la pericia acostumbrada esa complejidad imprimiendo un gran dinamismo al desarrollo de la acción. Se apoya en una escenografía funcional de elementos móviles, mínimos para sugerir los distintos espacios de la acción; en un vestuario sencillo, actual, de calle casi, podríamos decir, con el recurso a la estilización en las ocasionales evocaciones del atuendo arcaico de la nobleza ateniense; todo ello mediante un trabajo actoral muy físico y un impactante espacio sonoro de efectos especiales y música electrónica en vivo a cargo del compositor e intérprete Bastián Iglesias. Las escenas se suceden a ritmo vertiginoso, excesivo incluso en muchas ocasiones como en los monólogos de Orestes, el discurso de Electra a los atenienses/espectadores en el arranque de la segunda parte y, sobre todo, en la filípica/alegato final de la periodista cuya vehemencia en la defensa de su posición, su retórica incendiaria y su tono vociferante convierten su discurso en un galimatías apenas inteligible, dilapidando, en cualquier caso, el valor suasorio de sus argumentos.

Con las salvedades antedichas el elenco en conjunto realiza un gran trabajo, al que suman el esfuerzo de encarnar distintos roles y hay momentos brillantes en el desdén y la cobardía de Egisto (Alberto Fonseca), de horror y de placer en la vengadora Clitemnestra (Marta Poveda), de honda desolación en las predicciones de Casandra (Olivia Baglivi), de prudencia y aplomo en los juicio de Agamenón (un ponderado Gabriel Garbisu). Y no hay afectación ni artificio en las más graves acusaciones a Agamenón, ni en las más áridas imprecaciones a los dioses ni en la majestad de Atenea ni en los más crueles términos del calvario y la angustia de Orestes (Nicolás Illoro). En general el montaje tiene brío, empaque, ambición y una rara coherencia interna, con escenas de gran impacto estético, cualidades e impacto que se diluyen a medida que la acción se distancia del argumento originario.

Gordon Craig

Ficha técnico artística:

Autor: Esquilo.

Versión: Carina Garantivá. (Esa inmigrante).

Con: Marta Poveda, Gabriel Garbisu, Olivia Baglivi, Nicolás Illoro y Alberto Fonseca.

Composición y música en escena: Bastián Iglesias.

Diseño de iluminación: Samuel Silva.

Vestuario: José Cobo.

Plástica escénica y utilería: Fer Muratori.

Dirección: Ernesto Caballero.

Madrid. Teatro de la Abadía. 10 de abril – 4 de mayo de 2025.

Acerca de Gordon Craig

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