jueves , 25 abril 2024

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara: Solo quiero que le miréis a Él

El apóstol Pablo, con una confianza inquebrantable en la Providencia divina, nos ha dejado testimonios preciosos de su oración de intercesión. Además de dar gracias al Padre por las obras buenas que realiza constantemente en sus colaboradores y en los miembros de las Iglesias por él fundadas, pide para cada uno de ellos la fidelidad, la entrega a la evangelización y la búsqueda del bien de los demás (Rom 1, 8).

Con esta oración, el apóstol de los gentiles pone al descubierto que la intercesión por las personas queridas no nos aparta nunca de la verdadera contemplación. Es más, nos hace ver que, si olvidamos a los hermanos en nuestra oración, nos engañamos a nosotros mismos. El auténtico el evangelizador, cuando sale de la oración, debe experimentar la necesidad de ser más generoso con los demás y estar dispuesto a compartir con ellos las alegrías y las penas de cada día.

La historia de la Iglesia nos presenta el testimonio de miles de hombres y mujeres que, desde la íntima comunión de vida y de amor con Dios, fueron grandes intercesores. Con su constante oración por las personas conocidas o desconocidas, hicieron posible que el amor, la salvación y la fidelidad de Dios se manifestasen con nitidez a los restantes miembros de la Iglesia.

En nuestros días, los monjes y monjas de clausura, al alejarse de los criterios del mundo, pretenden crecer cada día en la identificación más plena con Jesucristo para ser testimonio profético de los rasgos fundamentales de su persona y de su obra. El gran reto para los consagrados consiste en su capacidad y disponibilidad para seguir buscando a Dios cada día en un mundo que ignora su presencia salvadora.

Con esta búsqueda de la voluntad divina en el silencio, el trabajo y la oración, los contemplativos no sólo nos indican y señalan la meta de nuestra peregrinación por este mundo, sino que interceden incesantemente al Padre por la Iglesia y por cada uno de nosotros para que no dejemos de poner a Jesucristo como centro y fundamento de la existencia, y para que actuemos de acuerdo con sus enseñanzas.

En la fiesta de la Santísima Trinidad, la Iglesia en España celebra el día de la vida contemplativa. Con el lema elegido para este año “Sólo quiero que le miréis a él”, los contemplativos y todos los cristianos somos invitados a peregrinar al interior de nuestro corazón para descubrir la presencia del amor divino y para responder con gozo a ese amor incondicional de nuestro Dios.

Como respuesta agradecida a la oración de los hermanos y hermanas que han elegido esta forma de consagración a Dios, los cristianos hemos de elevar en este día y siempre nuestra oración al Padre para que haga de cada uno de ellos auténticos testigos del amor misericordioso de nuestro Dios para la Iglesia y para el mundo entero.

Con mi sincero afecto, feliz fiesta de la Santísima Trinidad.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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