lunes , 7 octubre 2024

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara: ‘Superemos la rutina’

El domingo, 28 de noviembre, comienza el tiempo litúrgico del Adviento. La Palabra de Dios nos invitará a prepararnos espiritualmente para celebrar con alegría desbordante el nacimiento de Jesucristo, haciendo memoria agradecida de su primera venida y actualizando su presencia real entre nosotros por medio de los sacramentos.

Durante este tiempo, escucharemos también el anuncio de la segunda venida del Señor con poder y gloria. El Hijo del Hombre, como confesamos en el Credo, ha de venir al fin de los tiempos para “juzgar a vivos y a muertos”. Ante estos acontecimientos de gracia, no podemos quedar paralizados ni dejarnos dominar por los acontecimientos. Todos, sin excepción, estamos convocados a salir al encuentro del Señor que viene a salvarnos.

En distintos momentos de nuestra peregrinación por este mundo, pasamos por situaciones difíciles e inesperadas. Para afrontar con fe y esperanza estas situaciones, así como los restantes acontecimientos de la existencia, nuestra mirada no puede estar centrada únicamente en las cuestiones que nos preocupan y amenazan.

Con lucidez y confianza, hemos de aprender a mirar a lo alto, volviendo la mente y el corazón a nuestro Dios, de quien procede la salvación del mundo. Esta salvación, que llega a nosotros con la entrada de Jesús en el mundo y que un día se manifestará en plenitud, los cristianos podemos esperarla y celebrarla siempre en los sacramentos.

En medio de las dificultades de la vida, los cristianos sabemos que el Señor está siempre a nuestro lado para escuchar y responder a las peticiones que nacen de lo más hondo del corazón humano. La súplica a Dios es la expresión del corazón que confía en Él, porque sabe que no puede alcanzar el perdón y la salvación por sí mismo. Por eso, la oración, además de serenar nuestro corazón, nos permite seguir luchando siempre con esperanza.

Atilano Rodríguez

Ahora bien, la reiteración de los acontecimientos, la utilización obsesiva de los recursos tecnológicos, el atractivo de los viajes y las constantes invitaciones al consumo pueden distraer nuestra atención de la celebración del misterio de la Natividad del Señor y de la centralidad del mismo para nuestra vida cristiana y para nuestra salvación.

Ante las distracciones de la existencia, la obsesión consumista y la rutina de los acontecimientos, es preciso que “dejemos al Señor que venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a librarnos de la inercia. Desafiemos la costumbre, abramos bien los ojos y los oídos, y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado” (GE n 137).

Con mi bendición, feliz tiempo de Adviento.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

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