lunes , 7 octubre 2024

Los que llegaron, ahora invisibles

       No puedo decir todos, pero  son  muchos. En realidad, al estar confinados por el virus, la mayoría de las personas de este país somos invisibles para los demás. Unos y otros, nativos e inmigrados, personas nacidas aquí o venidos de cualquier otra parte del mundo, somos únicamente seres humanos, luchando la batalla de sobrevivir.

         Nadie puede ocultar el color de la piel, ni los rasgos personales. Pero, afortunadamente en ningún país, hoy, tenemos que llevar ni estrellas, ni marcas, ni etiquetas que nos identifiquen por grupos, etnias, sexo, ideologías o creencias. ¡Ni siquiera por edad! Aquella etapa terrible de la historia, ha sido felizmente superada.

         Pero es que además el virus coronado, es  pequeño y ciego, y ha demostrado que no sabe de fronteras, ni distingue a los ricos de los pobres, ni a los nativos de los inmigrados. Según parece es implacable. ¿Justiciero? ¿Quién puede saberlo?  Tal vez sería deseable que por fin, infectados o no, confinados en casa u obligados a salir de ella para trabajar o cuidar a los demás, aprendemos a erradicar todos los prejuicios y los tópicos, para siempre.

       Si todo se ha desplomado,  habrá que respetar las distancias, pero no tienen por qué seguir cerradas las barreras del corazón, como si fueran corazas protectoras. Con el virus, en este país, todos van a ser atendidos y espero que lo sean en cualquier parte del mundo.

       Afortunadamente, aunque no podamos disfrutarla como nos gustaría, la primavera ha llegado para todos. La Naturaleza  tampoco hace distinciones ni para lo bueno ni para nada. Gracias a la colaboración de todos, hoy se puede respirar mejor y hasta ver el azul del cielo desde la ventana, sin que nadie haya subido hasta allá para desinfectarlo. ¡Simplemente menos polución! Algo a tener siempre en cuenta.

        El «Covid-19», nos abrirá los ojos. ¡Ya lo ha hecho! ¡Vamos a ver a nuestro alrededor seres humanos! Por eso nos ha encerrado a todos, para que de una vez, limpiemos las gafas y rompamos las barreras mentales, las del idioma, y  todas, que no nos dejan ver con claridad.

      La conciencia social y política de ayer, ha fracasado con su ética y su previsión. Lo sucedido en algunas Residencias de Mayores es muy grave, (se investiga). Ante la gran emergencia y la falta de sanitarios, a día de hoy (24-3-20) en España, hay 5.400 de ellos contagiados (y habrá que investigar) porque, tal vez la falta de protección para ellos, ha supuesto un peligro real y demostrado por los hechos; que ellos mismos hayan puesto en riesgo a sus familias y a quienes han atendido, es ¡tremendo!

     Como la previsión social no ha llegado a todas partes a tiempo, varias empresas  y muchos particulares se han volcado con el rescate social. Al igual que los sanitarios y las fuerzas del orden están mandando un mensaje muy sencillo: «Nuestra nación y cada uno de los que aquí estáis, os lo merecéis todo»  ¡Vamos hacia un nuevo amanecer, más solidario!

        Ante este panorama mundial y nacional, imaginemos el temor, la angustia, el dolor y la zozobra de «los confinados extranjeros», «invisibles», en su mayoría jóvenes, que vinieron con el alma llena de ilusión, que muchos han perdido su trabajo por el virus.  Algunos viven en un piso no muy grande, con otros emigrantes -que no tienen siquiera que ser de su mismo país de origen-. No pueden salir de sus casas. Y sin embargo la mayoría de sus seres queridos están a miles de kilómetros, en la nación de donde proceden. ¡Su corazón está partido por la incertidumbre y el temor -suyo y  de sus familias-

        El móvil ha sido su terapia, desde que llegaron, -sobre todo desde el mes de diciembre- pero no siempre Internet y su móvil les trae buenas noticias. Cuando estás fuera de tu país, los silencios, pesan mucho, y las horas pasan muy lentamente, sobre todo si no tienes pareja, hijos, o alguien cercano a quien puedas considerar realmente amigo o amiga.

      Son invisibles, no por falta de autoestima y juventud, es que fuera de su país apenas cuentan para nadie.  Han descubierto, en la soledad, que sólo el amor hace a  uno visible para alguien. Desde que salieron del entorno familiar en que vivían, la gente que se encuentran, casi nadie busca en ellos, más que mano de obra barata. Ellos son futuro. Solo quieren ayudar. Pero la gente recela de ellos al verlos. Se les dice que son «acogidos», pero por unas razones u otras, «no integrados». ¿Es extraño que a veces formen guetos?

        El virus nos ha puesto ante el espejo y nos parecemos y mucho.  Aquí hay mucho dolor en las familias, porque los mayores y muchos contagiados, se van sin poderlos ver, ni despedirse. ¡Más distantes que nunca!  Pero los inmigrantes ahora también están distantes de los suyos, no saben si volverán a ver a sus seres queridos.  Y lo que es inmediato, hay jornaleros inmigrantes, que no sabe si podrá comer mañana, porque no tiene ahorros, ya que de lo poco que ganaban, parte de ello tenía que enviarlo para que allá los suyos, en su penuria, pudieran sobrevivir. 

        Algunos medios de comunicación dicen, que el personal sanitario, y los cientos de entregados al bienestar de sus compatriotas, son personas y sienten y se angustian y casi les faltan fuerzas, porque tienen que ver escenas y situaciones muy extremas. Efectivamente no son héroes aunque a veces se les exige casi serlo.  Pero los inmigrantes  en general y cuantos han sido atendidos en el mar, ante un desahucio, o socorridos para mejorar las condiciones infrahumanas en algunos trabajos, incluso en la tramitación de algunos papeleos, aunque no tengan ocasión de decirlo ante un micrófono, siempre en su corazón, les estarán agradecidos.

        Tenemos que romper la invisibilidad y la distancia entre «nativos»  e «inmigrantes». Hay mucho más de un metro de distancia entre esas dos palabras. ¡Hay «un mundo»!  Las primas, la rutina o la desidia nos hace olvidar que, por ser humanos, todos somos «ciudadanos del mundo». Estamos aquí para ayudarnos. Dice una  canción que, cuando todo pase, «volveremos a encontrarnos».  Entre todos construiremos un futuro mejor, en el que nada será igual. ¡Ojalá!

        Si, además de lo dicho, nuestros mayores tienen una persona que los cuida, cuando han decidido seguir viviendo en su casa, en la mayoría de los casos es una mujer inmigrante. Por esos ángeles buenos, también nosotros estamos agradecidos.

        Así que, voy a preguntar si el día 1 abril, habrá reparto de alimentos, porque en esta ciudad, Cáritas suele repartirlos el primer miércoles de mes. Con los niños en casa las provisiones de marzo de algunas familias migrantes han menguado muy rápidamente, según me dicen. Espero que no sea quebrantar «el estado de alarma» y puedan salir a recogerlos. 

José Manuel Belmonte.

Acerca de José Manuel Belmonte

Soy un ciudadano del mundo observador y caminante. La Vida, la Naturaleza y la Humanidad, pero sobretodo el corazón del hombre son una fuente inagotable de sorpresas. De eso escribo…

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