martes , 3 diciembre 2024

¿Por qué algunos partidos están más pendientes de los verdugos que de las víctimas?

El 17 de agosto de 2016, un sádico y repugnante asesino cometió un atroz crimen que ha marcado para siempre al municipio alcarreño de Pioz: aquel día, un ser miserable y abyecto acabó a cuchilladas con la vida de cuatro personas de una misma familia. Ni siquiera le tembló la mano para degollar cobardemente a sangre fría y sin ningún tipo de compasión a dos niños de corta edad, uno de ellos apenas un bebé. No contento con ello, se fotografió con los cadáveres, gastó unas bromas por wasap con un tarado mental que se encontraba a miles de km tan ricamente en su casa de Brasil, limpió a conciencia el lugar del crimen y se echó a dormir en una de las camas de sus víctimas.

En algunos países en los que la democracia es un bien asentado desde hace años e incluso siglos, el destino que le aguardaría a esa rata sanguinaria y repulsiva sería la pena capital, pena que no compartimos. Como poco, la cadena perpetua sin posibilidad de redención. En España no. En España le espera una pena a partir de quince años (veinte en los casos de terrorismo), tras los cuales se le revisará la condena y podrá salir en libertad, no sin antes llevar varios años disfrutando de permisos de fin de semana o vacaciones. Paradójicamente, a esta pena se la denomina “prisión permanente revisable”.

Pues bien, a pesar de no ser en rigor una pena perpetua de verdad, tal y como se aplica en otros países, los partidos de izquierda españoles, junto a los nacionalistas, siempre tan solícitos y dialogantes con los verdugos y siempre tan despreocupados con las víctimas, han puesto el grito en el cielo por lo que consideran una excesiva duración de la pena de prisión permanente revisable, -no olvidemos, reservada a los asesinos más crueles, y han movilizado todos sus resortes parlamentarios para derogarla del Código Penal. Aseguran que dicha pena «atenta contra la dignidad de los seres humanos y contra la prohibición de penas inhumanas y tratos crueles y degradantes». Observen que se están refiriendo a los verdugos, a los que violan y asesinan niños de corta edad, a los que secuestran, torturan y degüellan a sus víctimas, a los que… A esos se refieren, no a sus víctimas…

Pues bien, estos mismos partidos, a los que se ha sumado increíblemente Ciudadanos, son los mismos a los que les parecía excesivo que un miserable y cobarde asesino terrorista, con 18 muertos a sus espaldas, hubiera cumplido un año de cárcel por cada tiro en la nuca que figuraba en su currículum, y por ello pedían con urgencia su excarcelación.

Y habrá un diputado alcarreño que votará por eliminar esa pena del Código Penal, si atiende la disciplina de voto impuesta por su partido, el PSOE: Pablo Bellido. Por eso, cuando más de un millón y medio de ciudadanos de toda España ya han pedido que no se derogue esa pena, sería deseable pedirle que rompa dicha disciplina. De lo contrario, cuando vote en el Congreso de los Diputados junto a Podemos, ERC o Bildu la derogación de la pena de prisión permanente revisable, tendrá que explicarle a la cara a los familiares de los hermanitos descuartizados en Pioz que su repugnante asesino se merece otra oportunidad lo antes posible; también tendrá que mirar a los ojos a los hijos de Arancha, la mujer asesinada por su marido el pasado diciembre en Azuqueca y deberá explicarles que lo mejor para todos es que quien acuchilló a su madre delante de ellos tiene derecho a rehacer su vida cuanto antes…

En resumidas cuentas, tendrá que explicar por qué en EEUU, Reino Unido, Francia, Italia, Bélgica…, que nos llevan décadas, cuando no siglos de ventaja en el arte de legislar con exquisito rigor el Estado de Derecho, aplican sin complejos trasnochados penas tendentes a hacer ‘penar’ de verdad al asesino, mientras en España estamos más preocupados por devolverlo a la sociedad aunque no esté rehabilitado. Ahí están cientos de ejemplos de violadores y pederastas en serie, que en cuanto se les dio la oportunidad de hacerlo, volvieron a violar o asesinar.

Luego, muchos lacitos rosas, verdes, amarillos y violetas, pero una vez enterradas las víctimas y hecho el discursito, a algunos solo les preocupa el bienestar de los verdugos, además de mantener el cargo y el sillón, que fuera hace mucho frío.

Porque, una cosa es que a ciertos diputados de ciertos grupos parece que les dan igual las víctimas, ya lo sabemos, pero, a socialistas alcarreños como Bellido, ¿qué les parece? ¿O este es uno de los peajes más que debe pagar a Pedro Sánchez para volver a entrar en su club de elegidos tras haber abjurado una y otra vez de él en la campaña de Primarias nacionales de su partido?

Las penas impuestas en España para los crímenes más graves y atroces son una broma en comparación con lo que ocurre en el resto de sociedades democráticas. Y si hablamos de las penas reservadas para castigar a menores por esos mismos crímenes pasamos de la broma al escarnio a las víctimas.

España es, hoy, afortunadamente, una de las democracias más garantistas y avanzadas del mundo. Nos lo merecíamos después de 40 años de represión y ausencia de libertades. Pero igual que entre el blanco y el negro hay grises, entre el Franquismo y la laxitud de penas que se imponen para los más crueles y repugnantes asesinos debe haber un término medio.

Si una sociedad no se defiende de quienes quieren destruirla, esa sociedad está abocada a su propia autodestrucción, a su propio suicidio. Y ejemplos los hay, y muchos, a lo largo de la historia.

@HeraldodelHenar

Acerca de Roberto Mangas Morales

Periodista y escritor. Director de EL HERALDO DEL HENARES. El periodismo como fin, nunca como medio…

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