jueves , 18 abril 2024

No te pierdas este viaje a la Alcarria

Todo comenzó hace exactamente 70 años. Un 6 de junio de 1946 Camilo José Cela inició el camino de su vida, ese que le llevó a conocer un lugar desconocido hasta ese momento, cruzarse con personas que nunca habría imaginado y vivir una experiencia imborrable de diez días que desembocó en uno de los libros más importantes de la literatura: `Viaje a La Alcarria´.

Fuente: Diputación provincial de Guadalajara

Y aunque esa ruta siempre ha estado ahí, este año es especial ya que se celebra el centenario del nacimiento del Premio Nobel, la primera persona que recorrió aquellos caminos, los mismos que hoy vuelven a cobrar importancia.

Él lo hizo con morral al hombro, con paradas a cada rato en el campo para escuchar los sonidos de la naturaleza y recolectar plantitas que iba guardando en su cuaderno. Lo hizo un día de repente, cuando se aburrió de la ciudad y salió “a que no le pasase nada”.

Se trata de un itinerario único en el mundo basado en un libro magistral, que une literatura y vida, sensaciones y cultura, una vivencia que pocos podrán olvidar.

El universo que Cela describió en su relato mantiene hoy en día su esencia de paraíso cercano y entrañable, de que todo y nada puede pasar, de aventuras y desventuras, pero sobre todo, la esencia de “un hermoso país al que a la gente no le da la gana ir”, como dijo el propio escritor.

Comienza el camino en Madrid

Esta aventura de novela de 293,9 kilómetros comienza en Madrid, es el kilómetro 0 de este apasionante viaje que llevará al turista a recorrer 22 pueblos de la provincia de Guadalajara. Dejará atrás el mundanal ruido y se dirigirá hacia el silencio de los parajes alcarreños.

La ruta empieza en un Madrid señorial, junto a las tapias de El Retiro y continúa hasta la estación de Atocha para coger un tren destino Guadalajara. Desde allí, para llegar al centro de la ciudad, se cruza el puente del Río Henares con su estruendo natural. El viajero ya ha llegado.

El Palacio del Infantado aparece majestuoso, un edificio del siglo XV nominado para constituirse Patrimonio de la Humanidad. ¡Cómo le hubiera gustado a Cela verlo así cuando en 1946 se lo encontró en el suelo!

El camino discurre y llega hasta Taracena y Valdenoches para acabar en Torija, allí, el Premio Nobel se lavó en el zaguán del Parador. Después de 22,8 kilómetros de ruta, es el momento de relajarse visitando el museo de Cela en el castillo, un espacio repleto de recuerdos del viaje que hizo y que anima, cómo no, a seguir sus pasos. Esto no ha hecho nada más que empezar.

Al salir de Torija, en la segunda etapa, se encuentra un campo majestuoso y melódico gracias al piar de las golondrinas y el canto de las alondras. Cela escribía: “El viajero, de nuevo en la carretera, recién descansado, piensa en las cosas en las que no pensó en mucho años, y nota como si una corriente de aire le diese ligeramente en el corazón”.

Porque el viaje es precisamente eso, conectar con nuestro yo interior, con ese que tenemos olvidado desde hace tiempo y que ahora se vuelve protagonista.

A una legua de Torija, tras haber dejado a la derecha el desvío de Fuentes de La Alcarria, se contemplan el pino japonés del que habla el autor en su relato. No hay acceso a su lado, pero su silueta, vista desde el camino, es tan hermosa que merece la pena su contemplación serena.

Más adelante aparece Brihuega, en el valle, bella y frondosa. Allí, el viajero podrá descansar, visitar monumentos, perderse entre sus gentes, en definitiva, vivir experiencias. La oferta turística de la población es amplísima. Su casco histórico conserva construcciones de enorme interés histórico, como el imponente conjunto que conforman las iglesias románicas de San Felipe, San Miguel y Santa María de la Peña.

La tercera etapa recorre el Valle de Tajuña, un lugar con fuentes naturales, que manan de la roca formando cascadas que vierten al Río Tajuña un agua pura y limpia, para llegar a Cívica, continuar hasta Masegoso, un pueblo de `color plata´ y acabar en Cifuentes. Su nombre lo dice todo, proviene del gran número de manantiales. Los viajeros de La Alcarria podrán contemplar su importante patrimonio monumental, en el que destaca la iglesia de San Salvador y el convento de Santo Domingo.

Llega la cuarta jornada. Al salir de Cifuentes el aire es puro y La Alcarria sigue su sinfonía interpretada por los vencejos, las urracas y las alondras. Este tramo, además, coincide con la ruta de la Lana hacia Santiago, ellos irán en sentido contrario, pero es una experiencia más que el destino cruzará en nuestro camino.

El itinerario continúa por Gárgoles de Arriba y Gárgoles de Abajo y 5,4 kilómetros más adelante aparece Trillo. Aquí el Río Cifuentes se une al Tajo entre cascadas, lo que permite una vegetación `feraz´, según el propio Cela. La construcción más emblemática de la villa es el puente sobre el Río Tajo del siglo XVI. Cabe destacar, también, la iglesia parroquial de Santa María de la Estrella. En esta localidad todo es posible, naturaleza, cultura, diversión… todo está a mano.

Continúa el viaje y Cela guía tus pasos

Cela no siempre recorrió a pie los caminos; en la quinta el gallego se subió a lomos de la mula Jardinera que le llevo hasta Viana de Mondéjar. Sin embargo, hacerlo andando es muy sencillo y los caminos están señalizados hacia la cima de uno de los dos montes llamadas las Tetas de Viana, uno de los paisajes más característicos de La Alcarria. Las vistas desde la meseta superior son inmejorables, eso sí, él se las perdió.

Después, el recorrido continúa a orillas de un arroyo, el viajero notará la tranquilidad del agua corriendo y los olores del corazón de La Alcarria. El día acaba en Budia, un municipio de gente abierta del que dijo: “es un pueblo grande, con casas antiguas, con pasado probablemente esplendoroso. Las calles tienen nombres nobles, sonoros”.

Esta es la mitad del viaje, aún quedan cinco jornadas por delante para seguir disfrutando de la experiencia. La primera parada de esta sexta etapa es El Olivar. Es importante recorrer sus preciosas y limpias calles, impregnarse de su tradición, de sus costumbres y de ese aire que se respira.

Desde el mirador, se divisan las espléndidas vistas y allí, a lo lejos, está el camino que lleva hasta Durón. La bajada permite contemplar el Pantano de Entrepeñas que no existía cuando Cela viajó. El pueblo cuenta con peculiares conjuntos rocosos y con la iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza.

Si Cela emprendiera el mismo viaje a La Alcarria en el siglo XXI, no reconocería fácilmente algunas zonas porque el paisaje ha cambiado; eso sí, seguiría divisando un paraje afable como en el año 1946.

Durante el séptimo día, el escritor no visitó Chillarón del Rey, aunque el viajero podrá atravesar el pueblo para tomar por la montaña el camino que le llevará a Pareja.

Esta ruta está llena de colmenas, esas cajas misteriosas que cobijan comunidades de abejas jerárquicamente organizadas para fabricar la famosa miel de La Alcarria. Acercarse no es muy recomendable, pero desde la distancia es un espectáculo ver cómo se dedican concienzudamente a su labor.

Ya en Pareja cabe destacar el original Azud, una infraestructura sobresaliente que permite la práctica de deportes náuticos y cuenta con un área de paseo ideal para rematar la séptima etapa del viaje. Allí, también se pueden visitar la iglesia parroquial renacentista del siglo XVI, la Plaza Mayor y las casonas nobiliarias de los siglos XVII y XVIII.

El viaje aún no ha acabado. Tras Pareja, el turista llegará en la octava etapa a Casasana, un pueblo subido encima de un monte, donde el de Iria Flavia llegó con un encargo, saludar al hermano de una mujer que conoció en Durón, un encuentro fortuito que, sin duda, marcó su recorrido, su libro y su vida.

La puerta del Monasterio de Santa María de Monsalud, situado en la localidad de Córcoles y declarado Bien de Interés Cultural, es vía de paso en esta ruta y trasladará al viajero al medievo, el tiempo en el que era lugar de peregrinación para aquellos que necesitaban curar la melancolía.

El camino continúa hasta Sacedón, un trayecto que volvió a hacer subido en un carro. Este bonito municipio está ubicado en pleno valle del Río Tajo, en la carretera que lleva de Guadalajara a Cuenca.

Ya, cuando Cela recorrió sus calles, advirtió que era un lugar con gran animación, muy vivo y de gran riqueza cultural, ejemplo de ello es la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de portada renacentista.

El viaje se acerca al final, pero aún queda mucho por ver y vivir. Esta jornada puede comenzar en un autobús de línea hasta Tendilla, tal y como lo hizo Cela. Es una buena manera de conocer a sus gentes, descubrir su día a día y encontrar a alguien interesante que pueda desvelar los muchos secretos que guardan los bonitos parajes de La Alcarria.

La etapa termina en la conocida villa de Pastrana, que surge grandiosa sobre el Río Arles. Su trazado es medieval y fue declarada Conjunto Histórico-Artístico, con una densa historia marcada por dos personajes tan relevantes como la Princesa de Éboli y Santa Teresa de Jesús.

De su extraordinario patrimonio monumental destaca su espléndido Palacio Ducal, grandiosa muestra renacentista de finales del siglo XVI, donde permaneció encerrada hasta su muerte la Princesa de Éboli.

También merece la pena visitar el convento de San Francisco, del siglo XV; el convento del Carmen, fundado por Santa Teresa en 1569; la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y la Colegiata de Pastrana, que alberga en su museo la famosa colección de tapices flamencos del siglo XV.

Además, esta localidad está muy unida a la literatura y no solo porque Cela pasara por allí durante su viajes, Moratín escribió allí `El sí de las niñas´.

Los días acaban, pero las vivencias perduran para siempre. La última etapa lleva desde Pastrana a Zorita de los Canes, situada en una curva del Tajo.

Su rica historia ha dejado muestras artísticas como la Alcazaba árabe, del siglo IX, posteriormente reconstruida por la orden de Calatrava, del siglo XIII, desempeñando un papel fundamental en la reconquista.

El paseo fluvial es frondoso y cuenta con un merendero perfecto para el descanso, la lectura o la reflexión.

La última parada de este espectacular camino es Recópolis, una ciudad visigoda mandada construir por el rey Leovigildo en honor a su hijo y futuro rey Recaredo. En la actualidad, ha sido reconvertida en un parque arqueológico, con un centro de interpretación que propone visitas guiadas, teatralizadas, exposiciones…

Este paseo por la historia es el perfecto colofón a la aventura de diez días por La Alcarria ya que ancla al viajero a los orígenes de una comarca cuyo pasado ha conocido de la mano de ese libro magistral y el presente augura un espectacular futuro a la tierra de la miel.

El Viaje a La Alcarria es mucho más que un camino, es naturaleza, olores, sabores, sonidos y, sobre todo, es la conexión del viajero con su yo interior, ese que quizá hace tiempo que no escucha y con el que tendrá la oportunidad de reencontrase durante diez días, para que se quede con él el resto de la vida.

Acerca de El Heraldo del Henares

Diario digital de Guadalajara y el Corredor del Henares fundado en 2009.

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