viernes , 1 agosto 2025

El rap del ganadero de la Sierra Norte de Guadalajara, Carlos Zambrano, ante las ocurrencias de políticos, burócratas y ecologistas para ‘proteger’ el ganado de los ataques de los lobos: un collar virtual que solo te informa dónde está la res, viva o muerta

Desde el móvil no se escucha
el lamento del ganado,
ni se ve la carne abierta
que ha dejado el desangrado.
Ni se entiende la tristeza
de este oficio olvidado,
ni se siente lo que siento…
cuando pierdo lo criado.

Carlos Zambrano es un ganadero de 37 años. En 2020 se instaló en El Ordial, en plena Sierra Norte de Guadalajara, junto a su mujer Cristina, de 31 años, y sus dos hijos, Carlos Jonay, de 2 años, y Gara, de 5. Allí puso en marcha una pequeña explotación ganadera, con muchísimas ganas y aún más ilusión, de 53 vacas y 336 cabras en una nave de 250 m2.

Cinco años después, Zambrano ve cómo la profesión que tanto ama y por la que vive está en peligro de extinción en España en general y en la Sierra Norte de Guadalajara en particular.

Carlos Zambrano y su familia junto a sus animales

A la dificultad propia de un oficio ya de por sí durísimo, completamente vocacional, en el que no existen descansos ni vacaciones, se unen las numerosas trabas burocráticas, inspecciones y sanciones impuestas por políticos y burócratas que no han pisado el campo en su vida, ataques de organizaciones ecologistas que desconocen la ecología, falta de subvenciones y ayudas, acoso de cazadores desaprensivos, división entre las organizaciones ganaderas a la hora de defender al colectivo y, finalmente, la llegada el lobo a la comarca.

El hijo de Carlos Zambrano acaricia una de sus vacas

Desde hace unos años, los ataques de estos cánidos a las cabañas ganaderas, en su gran parte extensivas, donde los animales pastan en su entorno natural, no en granjas ni macrogranjas, están provocando cuantiosas pérdidas a estos profesionales del sector primario que cada día madrugan para poner en nuestras mesas carne de mejor la calidad. Castilla León, Madrid, Castilla La Mancha, Extremadura… entre otras regiones, ya saben lo que es que cientos de ganaderos se jubilen o, sencillamente, abandonen el campo hastiados por tantas trabas administrativas, sin que nuevas generaciones ocupen su lugar.

Carlos Zambrano con su hija en su explotación ganadera

Pero Carlos no se rinde. Con su mujer y sus dos hijos se levanta cada día para mantener a ‘sus’ animales, a los que ama y respeta y a los que conoce uno a uno. Y cuando uno de ellos no vuelve al cercado por la noche o desaparece sin más, coge el coche y sale en su búsqueda. No importa la hora, ni si llueve, nieva o hiela. Si al final no lo encuentra o lo encuentra malherido o muerto entre un gran charco de sangre, sabe que la madre naturaleza, la que él tanto respeta, ha seguido su curso. Pero le duele. Y a veces llora. De rabia por su animal muerto y también porque sabe que el burócrata que se encontrará tras una ventanilla no le creerá. Por eso hace tiempo que renunció a pedir las ayudas por pérdidas de ganado a consecuencia de ataques de lobos. Son pocas, de escasa cuantía y a veces cuando llegan es demasiado tarde.

Es el campo quien me habla, no una app ni una pantalla,
y lo que ustedes llaman “cómodo”, a mí me sabe a trampa.
Porque quien no pisa el monte no sabrá lo que defiende,
ni sentirá el vacío cuando una vaca no vuelve.

Por eso, cuando hace unos días se enteró de que la Diputación de Guadalajara iba a conceder ayudas para que «los ganaderos de la Sierra Norte adquieran collares de vallado virtual que ayudan a proteger al ganado y a prevenir ataques de lobos«, pensó que una ocurrencia más de políticos, ecologistas y funcionarios que no han pisado el campo en su vida más que para hacerse la foto o visitar cualquier asador, en el que alabar la calidad de la carne que disfrutan, a la vez que en su día a día le hacen la vida imposible al ganadero que con su impagable esfuerzo y sudor hizo posible que ese entrecote, esa paletilla de cabritillo o esas costillas de cordero lechal llegaran hasta su plato.


Me prometen soluciones
que no sirven pa’ vivir,
vallado de fantasía
que no impide el sufrir.
El ganadero se queda
mirando sin decidir…
si llorar frente a la sierra
o callar y resistir.

Además, añade, el collar solo te dice dónde está la res, ya sea viva o muerta, pero no impide los ataques de los lobos. «¿Por qué no se coloca dicho dispositivo a los lobos, como se hace en otros países, como en el parque de Yelloswtone, y así los ganaderos saben si se están acercando a su ganado y poder impedir el ataque?», se pregunta Carlos, que cree que ese dinero lo tendrían que dedicar a incrementar las ayudas por ataques.

Vídeo de un par de lobos grabado por Carlos Zambrano en El Ordial, junto a su explotación ganadera

Tras ello, en vez de cabrearse una vez más, decidió expulsar de sí su frustración a través de la música. Y compuso una canción -le gusta mucho escribir, y, a la vista está, se le da muy bien-, y luego, con ayuda de un programa de Inteligencia Artificial y tras más de una veintena de pruebas, conseguir ponerle música. Primero en forma de rap, luego de balada y finalmente de copla. Y el resultado, a decir de parientes y amigos a los que les ha mandado la prueba, ha sido prometedor. Con ello pretende concienciar a todos que la escuchen de que el político debe dejar a quien conoce el campo que sea el que tiene que tomar decisiones sobre el campo, porque desde un despacho a 100 kilómetros del campo, poco se sabe y mucho se puede errar.

Carlos Zambrano y su familia junto a sus reses

También sabe, no obstante, que con estos versos y esta música va a recibir algunas críticas de determinados sectores, pero dice que lo asume si con ello se consigue que la problemática de los ganaderos de la Sierra Norte llega a más gente.

Carlos Zambrano con uno de sus animales

Esta es la letra completa que compuso Carlos y que ya está de moda entre sus contactos en forma de rap y que en unos días irá dando a conocer en el resto de formatos:

Dicen que el campo ha cambiado,
que el futuro es digital,
que un collar con cuatro datos
vale más que mi jornal.
Pero yo, que piso barro,
y he visto el lobo matar…
les digo que desde un móvil
no se puede pastorear.

Desde el móvil no se escucha
el lamento del ganado,
ni se ve la carne abierta
que ha dejado el desangrado.
Ni se entiende la tristeza
de este oficio olvidado,
ni se siente lo que siento…
cuando pierdo lo criado.

Me prometen soluciones
que no sirven pa’ vivir,
vallado de fantasía
que no impide el sufrir.
El ganadero se queda
mirando sin decidir…
si llorar frente a la sierra
o callar y resistir.

El ganadero de ahora ya ni sale de la casa,
que el teléfono le dice si su vaca va a la plaza.
Pero sin ojos ni manos, sin el cuerpo en la batalla,
no se crían buenas bestias, ni se cuida una montaña.

Es el campo quien me habla, no una app ni una pantalla,
y lo que ustedes llaman “cómodo”, a mí me sabe a trampa.
Porque quien no pisa el monte no sabrá lo que defiende,
ni sentirá el vacío cuando una vaca no vuelve.

“Ponle el vallado virtual”, dijeron desde el despacho,
“así no tienes que andar, ni mojarte en el barro”.
Pero el lobo no pregunta si hay señal en el collado, porque no ponen el collar al lobo y se ahorran unos centavos
El entra y mata en silencio… y se marcha como el Estado

Como un grito a Madrid]
Desde el móvil no se huele
ni la sangre ni el tomillo,
ni se oye cómo el silencio
va calando en el castillo.
Políticos de despacho:
¡salid un día al barranco!
Y sabréis que aquí el progreso…
hunde al pueblo y quema el campo.

Orgullo del que no se rinde]
No reniego de los medios,
ni de ciencia ni razón…
pero el monte tiene leyes
que no entienden de botón.
Y aunque venga lo moderno
con mil mapas de cartón,
¡el ganado necesita
del sudor del corazón!

Acerca de Roberto Mangas Morales

Periodista y escritor. Director de EL HERALDO DEL HENARES. El periodismo como fin, nunca como medio…

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