jueves , 9 mayo 2024

Opinión de Aure Hormaechea Gorria: ‘El silencio de los otros corderos’

Como ustedes saben, la manipulación podría definirse como la intervención con medios hábiles para distorsionar la realidad al servicio de intereses particulares. Y eso es lo que ocurre cuando cegada por la vocación de servicio, entras a formar parte de una familia ficticia, donde esas palabras de cariño que recibes al inicio, desaparecerán de inmediato cuando ya no seas necesaria, el tiempo entregado no tendrá ningún valor, el desvelo no será tenido en cuenta, el apoyo a los pastores y al resto de los corderos será olvidado, y nada habrá sido lo que parecía ser. 

Formas parte de un rebaño dirigido por pastores que olvidaron la manta y la cachava ó el cayado de avellano junto al dintel de su puerta, que colgaron los zahones y el zurrón y la hongarina, reservando únicamente la gaita pastoril bajo su brazo, para animar a ovejas y corderos a caminar y brincar creyéndose felices por el prado, orgullosos con su sentimiento de pertenencia al grupo y aplaudiendo cuando se requiere, saliendo en las fotos, pegando carteles y buscando el sustento para sus pastores, hasta que un día, el objetivo es cumplido y el lobo tiñe tu brillante lana blanca de negro y sobras en el cercado. Mientras los pastores de primera y de segunda, se frotan sus manos repartiéndose los puestos, tú, ya no estás en el rebaño. 

Aure Hormaechea

Quizás has tenido la osadía de tener criterio propio, o simplemente no te acercaste al pastor adecuado o “te saliste de la fila” y viéndote como un enemigo en potencia donde pueda peligrar su pasto, el resto de las ovejas y corderos guardan silencio agazapados detrás del montículo del miedo. 

Por un tiempo, las nubes oscurecen el campo sintiéndote algo pérdida y sola fuera de la granja. Y te preguntas ¿Dónde quedaron las confidencias? ¿Dónde el trabajo? ¿Dónde los kilos de lana entregados para el calor de pastores y corderos? 

Y aunque algo maltrecha, te reconfortan las pocas ovejas que se acercaron a lamer con cariño los zarpazos del maligno lobo.

Poco a poco el sol sale de nuevo y te sientes libre, un poco desteñida sí, pero libre. 

Aure Hormaechea Gorria, licenciada en Psicopedagogía

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