jueves , 25 abril 2024
Reparto de la película 'Parásitos' . Imagen de Kinocine PARKJEAHWAN4wiki / CC BY-SA 4.0

‘Parásitos’: la ruleta de la vida no entiende de clases

Parásitos”, la más reciente película de Bong Joon-Ho y Palme d’Or en Cannes, se sitúa a medio camino entre el desarrollo cómico y el más brutal de los desasosiegos. Con una maestría tras la cámara que está reservada a muy pocos realizadores, Bong nos ofrece un retrato de clases a través de una historia que cruza los destinos de dos familias de muy diferente condición social, con la que profundiza en la naturaleza de cada uno de sus individuos y en las relaciones que se establecen entre ellos. “Son ricos, pero siguen siendo majos”, comenta el principal protagonista de la historia; “Son majos porque son ricos”, le responde su mujer. Así, “Parásitos” nos presenta una historia que evoluciona desde el tono de comedia inicial hasta un desenlace que deja atrás las sonrisas para pegar al espectador a su butaca y que, junto con Joker, se convierte en uno de los imprescindibles del año.

Aunque la historia esté ambientada en Corea del Sur, la desigualdad económica que sirve de motor de la historia podría situarse perfectamente en cualquier gran ciudad occidental. La configuración de los espacios y personajes los hace reconocibles y cercanos. Así, tenemos la casa de una familia acomodada, un espacio amplio y modernista donde el lujo campa a sus anchas, que se contrapone al hogar caótico y oscuro, prácticamente subterráneo, situado por debajo del nivel donde la cotidianidad transcurre para el resto de la sociedad. La yuxtaposición de estos dos espacios transmite al espectador la percepción de la desigualdad social de una forma orgánica y nos lleva a cuestionarnos la estructura que subyace a una distribución marcadamente desigual y carente de una lógica causal definida.

El desorden que reina en el bajo donde vive Kim Ki-taek, interpretado por el actor fetiche de Bong Joon-Ho, Song Kang-Ho, se interrelaciona con un espacio de convivencia familiar vivo y bullicioso, en el que nos encontramos a una familia que depende de su compenetración para sobrevivir, pero que sigue encontrando espacios, pese a su precaria situación, para la risa, el amor y un respeto que va más allá de la aparente displicencia con la que se tratan. La unión que resulta de afrontar la situación socioeconómica del grupo se pone de manifiesto cuando han de coordinarse para alcanzar los objetivos que les impone un restaurante de reparto a domicilio de pizzas, que les encarga que doblen las cajas de cartón en las que han de ir estas. Las diferencias a la hora de afrontar la tarea entre padre, madre, hijo e hija sirven para describirnos la esencia de unos personajes que se irá desarrollando de maneras peculiares cuando a uno de ellos le surge la posibilidad de trabajar como tutor en la casa de la opulenta familia Park.

https://youtu.be/Z7SiFLgoFQM
FUENTE: Canal VaDeTrailers – YouTube

Así, la relación entre ambos mundos se establece cuando Ki-woo, interpretado por un joven y prometedor Choi Woo-shik, comienza a dar clases particulares a la hija adolescente de los Park, Da-hye (Jung Ziso), un puesto que consigue a través de uno de sus compañeros de instituto. Ki-woo accede así a un nuevo mundo al atravesar el umbral de la casa de su pupila, una referencia que le lleva a replantearse un futuro incierto y carente de motivaciones y que presenta ante él una posibilidad de ascenso social y vital. Se contrapone así el informe sentido del éxito para una familia bohemia acomodada a los pequeños triunfos diarios fruto de la necesidad de subsistir. Ki-woo, además, no tarda en compartir su oportunidad con el resto de la familia, que poco a poco va encontrando su hueco al servicio de los Park, en una relación en la que se aprovechan de las pretendidas necesidades e incapacidades de sus empleadores para obtener un beneficio que les permita subsistir.

Poco a poco van desplazando al resto de los empleados, de formas más que torticeras, para hacerse con el control fáctico de la realidad de una casa que les presenta el lujo con el que apenas se atrevían a soñar en su vida anterior, al tiempo que se desarrollan nuevas líneas en la narración que se derivan de esta toma al asalto de su nueva casa y del descubrimiento de los secretos que, pese a la aparente luminosidad que presenta su superficie, se ocultan en los rincones más oscuros y desconocidos de la misma.

Fotograma de la película ‘Parásitos’

No existe un juicio moral explícito de los personajes, ya que Bong Joon-Ho huye de cualquier concesión al sentimentalismo. En su lugar, la interpretación que “Parásitos” hace de los elementos generadores de caos en un sistema cerrado se asemeja a la de las suertes que desvían puntualmente la trayectoria de la bola en la ruleta para influir en su giro. Son puntos fijos, partes visibles del mecanismo, pero resultan cruciales para hacer futil todo tipo de predicción, incluso para el propio crupier. El azar no entiende de moralidad; simplemente, hace que las cosas sucedan en formas imprevistas.

Y es ahí donde reside la grandeza de una película que, huyendo de un discurso sobre la subjetividad, crea verdades difícilmente interiorizables de otra manera, reflexiones sobre nuestra propia existencia y el lugar que ocupamos en la sociedad que serían más difíciles de aceptar si se nos presentasen de forma más explícita o polarizada. El tono cómico de las escenas en las que la familia encuentra una red wifi abierta para conectarse a internet en un pequeño rincón del baño, o cuando la familia de Kim deja intencionadamente abierta la ventana para aprovecharse del desinfectante con el que pulverizan su calle, va evolucionando hasta llevarnos a lugares extraños dentro de la evolución de la cosmogonía que construyen sus integrantes tras quedar expuestos al lujo y la comodidad de sus anfitriones. Desde la distancia que impone el estilo de sus realizadores, el uso del humor puede recordar a ciertos momentos de las últimas películas de Tarantino, pero con un sentido diferente de la mesura en la presentación de la violencia y el exceso.

También nos presentan la brutalidad dulce con la que los Park ejercen el poder que les confiere su pertenencia a un selecto grupo de privilegiados que no entiende la vida como un acto de subsistencia y el clasismo con el que, consciente o inconscientemente, justifican su propia situación frente a la realidad social. La toma de consciencia por parte del protagonista de este hecho será el desencadenante de un desenlace que os recomendamos ver frente a una pantalla de cine, compartiéndolo con el resto de los espectadores de la sala.

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