jueves , 18 abril 2024

Carta semanal del obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara: ‘Derechos Humanos’

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, redactada por representantes de todas las regiones del mundo y promulgada el año 1948, propone aquellos derechos humanos fundamentales que deben ser reconocidos y protegidos en todas las naciones. Esta declaración afirma, entre otras cosas, que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen como base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos inalienables de todos los miembros de la familia humana.

Estos derechos, recogidos en la mayor parte de las constituciones de las naciones y de los organismos internacionales, con frecuencia son violados o no respetados en su integridad. En algunos casos, incluso son utilizados por algunos países o por sus habitantes como justificación de una defensa sin condiciones de los derechos individuales o de los derechos de los pueblos más desarrollados.

Cuando la obsesión por lo propio se apodera del corazón de las personas, con el paso del tiempo puede llevar a que cada uno se considere el centro del universo y de la sociedad, llegando a pensar que los restantes miembros de la familia humana deben estar a su servicio. La obsesión por lo individual cierra el corazón de la persona a la trascendencia y le impide acoger a los demás, pues vive centrado en la defensa de sus derechos y en las obligaciones de sus semejantes.

Ante esta realidad, respetando la cultura de cada nación, es necesario insistir una y otra vez en que el planeta es de todos, que Dios ha puesto la naturaleza y los bienes de la tierra para el sustento y bienestar de toda la humanidad. Por lo tanto, el hecho de haber nacido en un país con menos recursos naturales que otro o con un desarrollo económico más bajo no puede justificar el que las personas vivan con menor dignidad.

Si asumimos estos presupuestos, parece evidente que las personas o las naciones más ricas y más favorecidas económicamente deberían saber renunciar a alguno de sus derechos para compartir los bienes y las riquezas, recibidos como un regalo del Señor, con las personas o países más empobrecidos.

Atilano Rodriguez

Aunque hemos de reivindicar nuestros legítimos derechos, no podemos cerrar los ojos ni el corazón a los derechos de millones de personas que viven marginadas y excluidas de la sociedad. Esto nos exige crecer en justicia y solidaridad, devolviendo al pobre lo que le corresponde y poniendo los medios para que los pueblos empobrecidos puedan ser artífices por sí mismos de su propio destino.

Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.

Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara

NOTA DE LA REDACCIÓN: EL HERALDO DEL HENARES acepta el envío de comunicados, cartas y artículos de opinión para ser publicados en el diario, sin que comparta necesariamente el contenido de las opiniones ajenas, que son responsabilidad única de su autor, por lo que las mismas no son corregidas ni apostilladas.

EL HERALDO DEL HENARES se reserva la posibilidad de rechazar dichos textos cuando no cumplan unos requisitos mínimos de respeto a los demás lectores o contravengan las leyes vigentes.

Acerca de El Heraldo del Henares

Diario digital de Guadalajara y el Corredor del Henares fundado en 2009.

Ver también

Tribuna libre de Antonio de Miguel Antón, responsable de Educación en la asociación Democrática Ciudadana, ADC: ‘La guerra del agua’

¿Se han dado cuenta como aparecen en escena los políticos cuando llegan las fuertes lluvias …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.