sábado , 4 mayo 2024

‘Enmudecer con hablar’, de Miguel de Cervantes: “De rufianes, bobos y vizcaínos”

En el prólogo a sus “Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados” (1615) ponderaba Cervantes la excelencia con la que Lope de Rueda representaba sus Entremeses “ya de negra, ya de rufián, ya de bobo, ya de vizcaíno”, figuras que, junto al sacristán, el barbero, el médico o el estudiante tracista constituían los personajes-tipo que poblaban, en diversas combinaciones, todas las obras del género en la época. Perfectamente reconocibles por el público que abarrotaba los corrales y los tablados improvisados en las calles y plazas del reino, el autor del Quijote rescató a estos personajes, de innegable comicidad -por los tópicos que sobre ellos se acumulaban todavía en la sociedad de su tiempo-, bien que redefiniéndolos convenientemente en función de sus intereses artísticos y de sus objetivos de sátira social.

Bajo el rotundo oxímoron que da título al espectáculo Abel González Melo, responsable de la versión y de la dirección del mismo, agrupa dos entremeses que en realidad no tienen mucho que ver el uno con el otro. El primero, El vizcaíno fingido, aborda el tópico del burlador burlado: el truhán Solórzano (Rey Montesinos) con el concurso del no menos pillo, desvergonzado y jactancioso Quiñones, vizcaíno por más señas, urden un plan para timar a la gallarda Cristina (Yanel Sierra), una taimada y pagada de sí misma buscona  sevillana. Más acorde con el título del espectáculo, el segundo de los entremeses escogidos, Los habladores, desarrolla y caricaturiza el tópico de la propensión femenina a la locuacidad excesiva: Sarmiento, víctima de la insufrible verborrea de su esposa, doña Beatriz (Georbis Martínez), se topa por azar con el joven Roldan (Betiza Bismark) un petimetre venido a menos y que resulta ser la personificación misma de la incontinencia verbal, así que decide invitarle a casa por tiempo indefinido, a ver si consigue enmudecer a su esposa con su cháchara estólida, vacua y no menos intranscendente. Ello se completa con un breve entreacto de tono didáctico -de todo punto superfluo- donde Cervantes perora acerca de las excelencias de los Pasos de Rueda, de quien se declara tributario, mientras proporciona algunas claves de su poética.

Bien es verdad que estos dos textos no poseen el nervio ni la perfección formal de las grandes creaciones cervantinas en este género, léase, El retablo de las maravillas, El viejo celoso o La cueva de Salamanca, (tres piezas, por cierto, objeto de un memorable montaje de 1996 con el que José Luis Gómez inauguraba el teatro de la Abadía), pero con todo, hay material dramático suficiente en ellos para alumbrar un espectáculo de mayor sustancia, brío y calidad artística. Uno viene a ver este montaje por el aliciente de recrearse, al menos, con el lenguaje de Cervantes, con su elaborada sintaxis, con su estilo chispeante, sus animados diálogos, sus dichos, alusiones, chascarrillos …, y ve con un punto de frustración cómo, pese al esforzado trabajo de los actores, sus réplicas no consiguen pasar la batería; cómo, hasta bien entrada la segunda parte, -con el empecinamiento de Roldán de endilgar, a cada réplica de un atónito y contrariado Sarmiento, una sarta de afirmaciones a cual más incoherentes y disparatadas-, el público no entra al juego que se le propone desde el escenario y estalla en continuas y sonoras carcajadas.

 Y es que el texto, las réplicas de los actores -sobre todo los personajes masculinos, enmascarados-, quedan opacadas, como en sordina bajo el peso de una gestualidad excesiva, forzada (¿tributaria de los lazzi de la commedia dell’arte italiana?) y de un movimiento escénico, -entradas y mutis incluidos-, robotizado y laberíntico que trabaja contra la espontaneidad y la chispa de los diálogos. Y uno duda hasta qué punto la poética impuesta por el director del espectáculo, la técnica de la commedia dell’arte y el empleo de la máscara armoniza bien con las características de los entremeses, piezas que ya han adquirido un notable grado de desarrollo argumental. Los personajes de Cervantes, por muy bufonescos que parezcan -y lo son en gran medida-, no son como Arlequin, Colombina, Pantalone, el Capitano, …, un repertorio limitado de figuras arquetípicas cuya funcionalidad dramática viene rigurosamente regimentada por una tradición teatral específica y depurada por una práctica de siglos.

Empero, como digo, y aunque no siempre recompensado, debido a su sumisión a un concepto demasiado restrictivo, hay un encomiable y esforzado trabajo actoral que nos proporciona numerosas oportunidades para el disfrute de la comicidad y del ingenio de estas obras breves, para muchos lo mejor del teatro de Cervantes. Vestuario, ambientación y la música en directo de la mandolina a cargo de Antonio Dueñas con la interpretación coral de los breves poemas con los que Cervantes adorna el final de cada pieza coadyuvan a recrear ese ambiente lúdico, desenfadado, jocoso que debía informar este tipo de representaciones en la época.

Se me escapa la intención que ha guiado a González Melo a incorporar en su versión de estos entremeses una incisiva décima, extraída del capítulo XXXIII del Quijote (la historia de El curioso impertinente), que sirve de argumento a Lotario para disuadir a su amigo Anselmo de que desista de su disparatada proposición de poner a prueba a su esposa Camila, porque, dice: “el que busca lo imposible, es justo que lo posible se le niegue”. A mí se me han quedado esos versos dándome vueltas en el caletre, como si fueran los portadores de una advertencia, de una prevención para que nos cuidemos de los iluminados buscadores de imposibles. Dicen así los versos: “Busco en la muerte la vida, / salud en la enfermedad, / en la prisión libertad, / en lo cerrado salida / y en el traidor lealtad / pero mi suerte, de quien / jamás espero algún bien, / con el cielo ha estatuido / que, pues lo imposible pido, / lo posible aun no me den.”

Gordon Craig. 6-X-2023.

Ficha técnico artística:

Autor: Miguel de Cervantes.

Con: Betiza Bismark, Antonio Dueñas, Georbis Martínez, Rey Montesinos y Yanet Sierra.

Máscaras: Antonio Fava.

Diseño de escenografía y vestuario: Javier Chavarría.

Versión y dirección: Abel González Melo.  

Alcalá de Henares. Corral de Comedias. Hasta el 22 de octubre de 2023.

Acerca de Gordon Craig

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